Capítulo 11 🖤

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No había nadie en los pasillos de la mansión a pesar de que pasaran de las dos de la tarde. Mis hermanos debieron estar en el paseo con Priscilla, el cual fue resuelto en el último momento, y los sirvientes por ciertas órdenes debieron alejarse de las zonas que transitaría por esta hora, hasta llegar al carruaje que me llevaría a la estancia de los Del Fatsia. Querría tal vez que no me sintiera acompañada, que no tuviera la ayuda de nadie en el proceso y por sobre todo que me sintiera insignificante al no tener a nadie que me viera partir o que me reciba, por lo que estimaba que a la vuelta nadie estaría dándome la bienvenida.

Con toda sinceridad, a mí no me importaba en lo más mínimo, creo que siquiera sentí un atisbo de infelicidad, pero hubiera funcionado completamente con la antigua Deva. La realidad es que soy una mujer adulta en mi interior, por lo que no me afectan estos intentos infantiles. Era algo que usaría a mi favor, el hecho de que la Condesa usara métodos para una niña de diez años, sin saber que en realidad está tratando con alguien mayor a los treinta. Pero no me dejaría llevar, sabía que aunque no lo demostrara, esa mujer hervía de cólera.

—Yo la ayudare a subir —Rebecca me extiende la mano frente al carruaje.

—No te molestes —levanté bien alto la pierna y de un salto subí al coche —debo aprender a moverme sola.

Rebecca asiente en una sonrisa y se sube conmigo. El cochero sin decir palabra alguna, observa que estamos bien posicionadas y emprende el viaje. Se estimaba una hora hasta llegar, y me imaginaba una magnifica mansión, mucho más grande y majestuosa al tratarse de la vivienda de un duque. Había repasado los saludos, los modos, y hasta practicado la sonrisa, aunque con escasos resultados.

Por desgracia hacia dónde íbamos no pasaba por la capital, por lo que seguiría sin verla, aunque sea de paso. Todo era campo y tierras de campesinos, hasta llegar a un poblado bastante transitado con un gran mercado. A decir verdad, estaba bastante interesada por lo que estas tierras comerciaban, sobre lo que se estimaba muy valioso o lo que se consideraba de poca monta. Vi a lo lejos puestos con objetos de un material liso y pálido, como la cerámica, que pareciera muy popular y costoso. También frutas y verduras en gran cantidad, que estaban en constante ajetreo. Un hombre estaba vendiendo pescados muy frescos, pero muy pocas personas se acercaban en comparación al puesto de carne. Debe haber una diferencia de precio amplia, y podría deberse tal vez en una escases de peses. Estaría interesante investigarlo. Pero me llamaba la atención en la misma medida las vestimentas que llevaba la gente que se consideraría común, ya que no parecía una mala tela o algo descuidado. Era para tomar en cuenta, porque por lo general estas cuestiones siempre permanecen deterioradas en una monarquía, en donde un Rey o Reina u Emperador junto con los nobles, son los únicos que exceden a una vestimenta prolija y bien parecida. No significaba que sus ropas parecieran de la realeza, sino que eran sorpresivamente bien acabadas.

El paisaje nuevamente cambiaba, y entramos a un campo, pero con la diferencia de que el pasto estaba recién cortado, y había un señalamiento que indicaba que estas tierras tenían un dueño poderoso. Rebecca me lo confirma.

—Desde aquí empiezan las tierras del duque Del Fatsia, aunque el pueblo también es de su jurisdicción.

Me incliné para mirar mejor por la ventanilla y llegué a divisar la entrada a la mansión. No podía esperar menos, al descubrir que la casa parecía imponente aun estando a varios metros de llegar hasta la puerta principal. Pasamos por el enrejado turquesa brillante, al igual que la carta que se me había enviado y fue donde me pidieron entregar la invitación, aceptando el paso. Transitamos por un sendero bellísimo. Tenían su propia laguna que era rodeada por hermosas plantas exóticas de colores chillones y un camino de madera que te llevaba hacia unos botes encallados en el borde de la laguna. Esas aguas eran cristalinas y lo suficientemente limpias como para bañarte en ellas. Mas a lo lejos tenían un establo, algo que nosotros también teníamos, pero la diferencia erradicaba en la gran cantidad de caballeros y escuderos que custodiaban y brindaban sus servicios. Además, sus uniformes eran más lindos, aunque esa era solo mi apreciación personal. Su escudo se distinguía con la figura turquesa de una pantera mostrando sus colmillos.

LA SOMBRA DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora