Capítulo 19 🖤

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Son solo dos gotas, dos, le continuaba diciendo la Condesa a su sirvienta más leal, Beatriz. Ella la había acompañado desde la antigua casa, en donde Priscila fue criada por sus padres. Sabía qué le gustaba, qué la hacía feliz, qué la hacía enojar, y conocía todos los aspectos de su personalidad mucho mejor que su madre de sangre. Por su mente pasaron los recuerdos de la niñez de Priscilla y como no había vuelta atrás. Esa pequeña tan limitada por sus padres, que fue usada como el ascenso a las clases sociales, para convertirse finalmente en parte de la nobleza con un esmerado título dado desde las mismas manos del Rey de Versobia.

La profecía de la abuela de Priscilla y los hechos del pasado, aunque lejanos, habían pronosticado que la generación que daría a luz a la siguiente elegida por el Dios Efímeres, portador de la luz y divinidad, estaría en manos de Priscilla Borbonia, El verdadero apellido de su familia. Esto se daba por la herencia de sangre mesclada con la de un Dios. Pero lo cierto es que tantos años habían pasado desde la anterior elegida, que los escalones y la excelencia de la familia Borbonia fue paulatinamente olvidada, ya que ellos se habían dejado llevar por los beneficios de esa profecía, y habiendo pasado más de doscientos años sin engendrar esa vida que contendría sangre de Efímeres, por lo que sus privilegios fueron quitados. Pero con esta nueva revelación, la familia Borbonia volvió a tener aquellos privilegios, y pasar desde la pobreza a la riqueza de unos nuevos nobles, y siendo que las leyes no estaban a su favor, el Rey en persona había autorizado la ascensión como los primeros plebeyos en recibir un título, y con ello, para que no pareciera un asunto extraño, y se descubriera el verdadero hecho, se decidió que fuera una posibilidad para toda familia plebeya que sea lo suficientemente capaz y especial para obtener el mismo ascenso que los Borbonia. Así, jamás había sido revelado el motivo concreto de lo que había ocurrido y solo el rumor de un acuerdo entre la familia real y la familia Borbonia había sido propagada, lo que no estaba del todo errado, ya que el titulo noble y el poder que les aportaría, fue canjeado por la futura hija nacida de Priscilla Borbonia. Esa bebé ya había sido vendida antes de nacer. "Pobre Jissel" se repetía cientos de veces Beatriz, pero ella veía más lamentable a su señora, la que había sido cuidada y tratada como una incubadora toda su vida. Solo un recipiente del verdadero valor, que era la niña que tendría.

Si sus padres le preguntaban sobre su salud, lo que en verdad les preocupaba eran sus posibilidades de quedar embarazada y con apenas cinco años se lo dejaban saber a la pequeña Priscilla. Si la veían muy delgada, le obligaban a comer para que sus caderas crecieran y fuera mejor para el bebé al crecer, aunque apenas y sabía leer en ese momento. Y jamás la habían dejado relacionarse con otros niños, para que no se desconcentrara al cumplir con su propósito y tampoco fuera contaminada por los sentimientos que otros muchachos tuvieran hacia ella, ya que era el doble de hermosa en su juventud. Además, todo en su vida había sido planificada, desde el esposo hasta su papel de madre con la futura elegida.

"Había un tiempo en que no paraba de llorar" pensaba Beatriz, "Y ahora no para de sonreír maliciosamente" ... La mirada en los ojos de su señora era lo suficientemente venenosa como para negar que la niña de aquel tiempo se había ido para siempre y se había convertido en una serpiente. Pero esta doncella había dado su palabra de cuidarla y ayudarla para toda la vida, aunque las arrugabas hace ya un par de años aparecieran en su rostro. Era una promesa, y aunque esa promesa se volviera oscura, se había dicho que no temería ni en las peores y más odiosas decisiones de Priscilla.

—No me mires así Beatriz, eso solo la dormirá.

—Y por cuanto tiempo será eso...

—Probablemente entre un mes o dos —la condesa mira al otro lado, acomodándose en su mesa de maquillaje —eso me dará el tiempo de apartar de la mente de mis hijos a esa niña pretenciosa. No para de avanzar, es tan frustrante —frunce el ceño en el espejo.

LA SOMBRA DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora