Capítulo 62 🖤

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Me retiré la capucha hacia atrás de la túnica, observando detenidamente el edificio semi religioso frente a mi. Te recibía un pequeño jardín con pastos crecidos y una puerta de madera gastada que trababa con un cerrojo flojo por las noches. La pintura en el exterior estaba desquebrajada y mohosa en algunas partes, mientras que por dentro se oían las voces de niños hablando y chirriando vasos, a pesar de parecer un edificio embrujado.

—Señorita Clermont, ¿está segura que este es el lugar? —uno de los dos escoltas que se me habían asignado pregunta con una leve inclinación.

Mi tiempo de ir libre y sin acompañamiento se había terminado. Cuando la fiesta de mayoría se  concluía, y te habías presentado ante la sociedad como un integrante más, ya no me era posible ir sola por estas calles, además de que Alex me tenía rotundamente prohibido ir sola por los acontecimientos pasados. Lo entendía, y no me resistía, de todas maneras, ya lo había tenido en cuenta ni bien volvía a la mansión.

—Sí, este es el lugar.

Miré hacia abajo, sobre el papel escrito por Rosette y murmuré despacio.

—Calle Diurno, 445, orfanato San Vittoria.

Tomé aire y suspiré mientras daba un paso adelante. Y cuando levanto mi cabeza me topo de frente con una mujer que rondaba los cincuenta años por lo menos, con una mirada de sorpresa y extrañeza.

—Estaba preocupada, tres personas se habían parado frente al orfanato, y me asombra ver a una noble señorita —la señora muy cordialmente se inclina.

—Ah, no es necesario que se agache —me acerco con una sonrisa, instándola de enderezarse.

—Me pregunto a que ha surgido su visita, tan bella señorita, quizás un niño...

—Oh, no es el caso —la retracto antes de que prosiga —a decir verdad... más que una mera visita, lo considero un reencuentro.

La señora arquea sus cejas en desconocimiento, y luego mirando mi rostro con detenimiento abre sus parpados, levantando ampliamente sus cejas.

—Puede...puede que este equivocada —se acerca unos pasos y sin darse cuenta levanta su mano frente a mi rostro —solo una vez tuve en mis brazos una bebé con tus ojos... ¿Deva?

Asentí con una leve sorpresa al descubrir que una persona recordaba los pocos meses desde mi nacimiento que estuve en este sitio, además de mi nombre. La señora sonríe algo nerviosa y parece bajar la vista.

—Lo siento, ¿debería decir Alía tal vez señorita Clermont?...

—¿Alía?, ese es mi segundo nombre.

—Oh... —la señora levanta nuevamente sus cejas —que extraño. A decir verdad, yo te he nombrado Deva, así que cuando el Conde Clermont te dio el nombre de Alía, como un requerimiento de la adopción, lo más normal es que se vuelva primer nombre. 

—No lo sabía...

Se extendió un momentáneo silencio, y en un salto la señora me da espacio.

—Por favor entra, si lo que deseas es saldar algunas dudas yo estaré contenta de ayudarte —paso por la puerta con un saludo sutil y ella prosigue detrás de mí —los niños están desayunando, y son muy bien portados, así que no será un problema.

Luego la señora mira hacia atrás, hacia mis escoltas, y me devuelve la mirada. Noto su duda y dirijo mis palabras a los dos hombres.

—Quédense aquí por favor. No hay peligro —digo con una seria expresión, y los escoltas se inclinan.

LA SOMBRA DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora