Capítulo 52 🖤

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Una joven sirvienta con cabellos recogidas y sonrisa risueña camina rápidamente por los pasillos de la mansión Del Fatsia con un collar turquesa entre sus manos. La duquesa le había ordenado llevar el collar a la habitación de su hija, la señorita Sharon, y aunque la doncella no era la que recibía esa joya, de igual manera se sentía contenta ya que guardaba la esperanza que con ello la relación de madre e hija Del Fatsia podría terminar de resolver lo pendiente. Entonces cuando llega hasta la puerta entornada de la habitación se detiene y espera pacientemente a tener una mejor oportunidad, ya que no quisiera interrumpir la conversación que la duquesa Violett y su hija tenían.

—¿Un collar para mí?... ¿acaso no intentaras detenerme? —Sharon se endereza con su bello vestido de tonalidad celeste y cuarzo frente a su madre, que se paraba con sus manos entrelazadas hacia adelante.

—Yo no suelo cometer los mismos errores dos veces... —la duquesa levanta su frente y sonríe convencida de sus acciones —hija, sé que te has reunido varias veces con Alexander Clermont, aunque ciertamente, al principio no lo sabía.

—Sin embargo —Sharon levanta sus cejas —me has dejado ir todas las veces.

—¿Qué más podría hacer?, me di cuenta que no habría quien pudiera detener tu ambición, supongo que fui ingenua —Violett sonríe con nostalgia a los ojos de su hija y extiende su mano a su mejilla, pero sin tocarla —desde el momento en que te tuve juré que haría lo imposible para que nada lastimara a mi pequeña y amada hija, que nadie que sea una posible amenaza le daría oportunidad para acercarse a ti. Entonces fue cuando olvidé que no eras tan débil, en cambio, deseabas chocarte con la pared de realidad para hacerte más fuerte y no quise escucharte...

El acontecimiento de la carta falsa del pasado había detonado otras cosas de la vida cotidiana de Sharon. Ella se había dado cuenta que la tenía demasiado fácil, que la figura de su madre estaba hacia donde ella fuera y por consiguiente su padre no podía tomarla plenamente en serio y sumarla a sus reuniones y objetivos, la veía y la seguiría viendo como una niña. Se dio cuenta que era tan mimada por su madre que no conocía el panorama completo de hasta su propio país. Sabía mucho, pero carecía de experiencia, ya que todo era peligroso a los ojos de la Duquesa. No era entera culpa de su madre, Sharon se había dejado consentir y caminaba en la comodidad por su propia elección, y solo hasta que el altercado con Deva sobresalió es que todo lo demás lo hizo. Y mucha de esa vida que no conocía le había sido trasmitida gracias a Alexander Clermont, alguien que la miraba como un par, y le hablaba sin rastros de avaricia ni protocolos de etiqueta.

Sharon mira la mano de la duquesa que se mantenía alzada cerca de su rostro y con su mano toma la de ella para que su madre presionara su mejilla derecha. La duquesa abre sus ojos al ver como la recibía amablemente a la vez que sonreía por acurrucar su piel en su mano. Sharon sin soltarla le dirige la mirada.

—Querida madre, desde hace años que no guardo ni un solo gramo de rencor hacia ti, solo amor. Creo que hasta te quiero mucho más —Sharon expresa cálidamente mientras los ojos de su madre se humedecen —Hay alguien que me ha abierto los ojos y me ha dicho que a veces es necesario que ocurra un problema para que se solucione correctamente lo que antes no se tenía presente. Y que debo proteger el amor cuando es puro y sincero.

—Hija... —murmuraba Violett acaparada por sus palabras.

—Antes pensaba que eras invencible, que nunca te equivocabas, y que la perfección era la palabra que te definía. Un ejemplo a seguir para mí —Sharon baja la mano de su madre en su mejilla y toma ambas manos de ella apretándolas con cariño —pero entonces crecí y me di cuenta de tus inquietudes, tus problemas, tus faltas, y cada uno de tus defectos. Y así es como me di cuenta tontamente que eres un humano, igual que yo y cualquiera que haya conocido. Y esa misma humanidad es la que tenía que comprender igual que lo haces tú todos los días conmigo. Porque... —Sharon dice en una pequeña risa nostálgica —¿Cuántas veces has perdonado mis equivocaciones y me seguiste amando de la misma forma?, ahora me toca a mí.

LA SOMBRA DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora