Había un total de siete huérfanos al cuidado de la iglesia. Dos niñas de siete y nueve años, y cinco niños de entre tres a diez años. Es todo lo que la monja me alcanzó a decir. Yo me había sumado, como la mayor, a la mesa del almuerzo. Parecían algo tímidos, y me observaban sin ningún disimulo. Solo la niña de siete años que se sentaba a mi lado me había dirigido la palabra.
—¿Cómo te llamas? —la pequeña de cabellos marrones y sonrisa angelical me preguntaba.
—Mi nombre es Deva, ¿el tuyo?
—Jasmine, y ella es mi hermana Carola —la señala a su izquierda, y Carola parecía verme de reojo —¿cuántos años tienes?, yo siete, Carola nueve.
—Jasmine, no la molestes con tantas preguntas —su hermana quería detenerla.
—No es molestia, me alegra que pregunte. Tengo doce años.
—¿No eres demasiado grande para estar aquí? —un niño sentado del otro lado de la mesa me pregunta seriamente. Él debía ser el mayor, así que tenía diez años. Sus cabellos eran muy cortos y de un castaño oscuro.
—¡Robert! —la monja entraba por la puerta de atrás con un carrito de dos pisos en donde traía platos de sopa —todos aquí son bienvenidos, se amable.
—No hay problema hermana, él solo dijo lo que pensaba —digo en una sonrisa a la monja Sonia. Robert solo aparta la vista.
—Oh, que maduro de tu parte Deva —me acaricia la cabeza como si me estuviera felicitando.
El almuerzo siguió tranquilamente, con los más pequeños jugando con sus cucharas, hasta que llegó el momento de llevar nuestros platos al fregadero. Cuando terminé, me retiré de la cocina y me encontré nuevamente con la monja Sonia.
—Deva, ¿ya has dejado tu plato?
—Si hermana.
—Muy bien, ven conmigo que te llevaré a recorrer el lugar.
No era muy grande, pero parecía ser más que suficiente. Tenía una mezcla de calma y armonía. Los niños no solo jugaban, sino que practicaban el canto y estudiaban lo básico. También tenían llamados días "dulces", la razón era tan simple como lo que indicaba la palabra, les daban postres de diferentes tipos para avivar su alegría. Sin mencionar que estaban muy bien cuidados, limpios y bien alimentados. Sonia me detallaba cada zona, desde el jardín donde los niños jugaban, hasta la cabina de rezos, en donde se detuvo a mencionarme el comportamiento de Robert.
—Espero que disculpes las palabras de Robert, él puede ser un poco desconfiado con la gente nueva. Se siente responsable por los niños que son menores que él.
—Eso es admirable, tal vez hubiera reaccionado de la misma manera si fuera él. No hay problema —le dedico una sonrisa y giramos hacia el pasillo del centro de la iglesia —veo que les dedican mucha atención a los niños.
—Sí, tratamos de seguir los deseos del cura Carmelo, siempre nos dice que los cuidemos con mucho amor, que se sientan contenidos. Desde que ha obtenido el puesto mayor ha cambiado la crianza de los niños, mejorándola y otorgándoles más regalos que les llenen el corazón. Se preocupa mucho por ellos y más ahora que nunca —los ojos de Sonia se oscurecen.
—¿Qué quiere decir?
—Parece que han ocurrido varias desapariciones de niños y nadie sabe la razón, pero muchos padres encierran a sus hijos por la tarde, ya que siempre pasaba en esas horas —se gira a mirarme y sonríe —pero estas segura aquí, a nuestros niños los cuidamos constantemente y jamás les ha ocurrido nada.
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LA SOMBRA DEL DESTINO
Fantasy"Reencarne en la hermana mayor de la protagonista para servir en la trama de una novela como un extra villano que muere horriblemente y le deja un pasado traumático. ¡¡¿Ósea que solo existo como anécdota del prologo?!!" Ella está destinada a morir...