Capitulo 72 🖤

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Habían dos grandes cárceles en el Reino de Versobia. Una era Trinity, ubicada en el territorio norte, más remoto, ya que era una especie de castillo fortificado, con garrotes como ventanas, y elevado hacia el cielo. Mas largo que ancho. Luego, estaba la cárcel subterránea, llamada Cripta por los propios presos, ubicada debajo de la tierra, a unos kilómetros del Palacio Real. En esta ultima cárcel es donde había sido encerrada la madre de Jissel, Priscilla. 

No presentaba ningún miedo el hecho de que no estuviera lejos del Palacio, ya que por encima  se ubicaba una de las centrales de caballeros del Reino, además de los encargados de dictaminar las penas. Sea de muerte publica, o un encierro de varios años. Dependía el caso. 

Priscilla sumaba un castigo casi eterno, algo tan horrible como la confabulación con una bruja que atentaba con la destrucción al Reino,  y varios intentos de muerte hacia su propia hija adoptada; Deva. Hasta se estaba hablando y sospechando de otros posibles crímenes. En todo caso, no bajarían de los cuarenta años de cárcel. 

El vestido de la ex Condesa de Clermont se había cambiado por un harapo maloliente. Sus uñas tan cuidadas y largas se habían roto en pedacitos y llenado de tierra. Los labios que todos los días pintaba con hermosos colores rojizos, ahora eran ciruelas secas y grises, pidiendo por la mañana y por la tarde un poco de agua. Pero cuando los carceleros se iban, ella dejaba el papel de pobre mujer y maldecía por las noches, en largos y resentidos susurros, deseando la muerte y la extinción de todo aquel que la puso en esta situación. 

Estaba perdiendo la esperanza de ser rescatada, de que alguien pudiera hablar por ella, pero entonces se enteró que su madre había sido colgada por las cientos de pruebas y los atentados que había hecho contra el orden aristocrático, y su hermano Calistor, el que tanto odiaba, había desaparecido por completo. Su doncella Berenice la había seguido hasta aquí, pero por ello mismo, y por ser cómplice, fue sentenciada a cinco años de encierro. 

—La vida que me fue prometida, los tesoros y el poder, la admiración y condecoración —Priscilla desvariaba con lagrimas secas hace horas —esto no es verdad, van a venir por mi, habría sido una equivocación, sin mi, Jissel no puede hacer nada... y ella, malagradecida, me soltó la mano. Ya se dará cuenta que me necesita, esa estúpida niña, vendrá ella misma a buscarme. 

—Lamento no ser Jissel  —la voz siniestra de un hombre se asomaba.

—Ah, ¿Calistor? 

Entre las sombras el cuerpo de Calistor se hace ver gracias a la única antorcha cerca de la celda de Priscilla. 

—Muy linda habitación hermana, hasta tienes tu propio poso para tus necesidades. Recomiendo de todos modos, un par de flores para apaciguar el olor —continua Calistor en una embromada sonrisa. 

—Dijeron que habías desaparecido maldito infeliz, ¿Dónde has estado? 

—Estuve con muchos recados. Mi nueva jefa tiene tanta ambición que me hace ir y venir, y bueno, esa es la única razón por la que estoy aquí —deja escapar un cansado suspiro —si fuera por mi, no te tendría en cuenta la verdad.

—¿De que hablas?

—Al parecer Casiopea te a encontrado alguna utilidad, así que he venido a sacarte. En unos momentos la guardia imperial vendrá a sacarte para trasladarte a la prisión del norte. La Reina a dado la orden. 

—¡Pero entonces me enviaran lejos!.

—Escucha primero hermanita... el carro que te lleve va a ser emboscado y tu solo debes bajar en silencio y hacer lo que se te diga. Serás llevada directamente a Casiopea, dice que eres alguien fundamental, o algo así.

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2024 ⏰

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