Capítulo 28. Gritos del pasado.

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Mi respiración pasa, de manera abrupta, a desaparecer y aparecer entrecortadamente, sobre mi velluda espalda, percibo como se deslizan centenares de hilos de sudor helado.

—¡Maldición!, —vocifero, mientras me acerco nuevamente para observar la imagen que se descompone frente a mí.

Ahora, entiendo el olor tan desagradable al entrar, pensé que ella había olvidado bajar el inodoro luego de vomitar, pero no, realmente me equivoqué.

Con mi pie desnudo la empujo sin delicadeza, sin embargo, no consigo mover esa amorfa masa de carne, piel y huesos. Trato de identificar las facciones de la bella adolescente, pero grotescamente no queda nada de eso.

Alejo la mirada de tan repugnante escena en busca de razones o justificación para este macabro recibimiento. Luego de centrarme, tomo el celular y hago que un malherido Oleg, aún en la clínica, se ponga en contacto con nuestro doctor o tal vez deba llamarlo matasano de confianza.

Cuarenta minutos después, el sonido insistente del timbre del apartamento o nido del sexo, como lo llamamos mis putas personales y yo, me saca de mis pensamientos.

—Fue un ataque anafiláctico —diagnostica el galeno.

»Por lo mojado de las sábanas y la sudoración excesiva, intuyo que la miel está involucrada, continúa explicando como sí de una clase magistral se tratase.

»Por el enrojecimiento, la urticaria, así como la abundante diarrea y vómitos sobre la cama, y finalmente el goteo nasal. Juraría que la occisa ingirió maní —resume con fastidio el adormilado doctor.

»Ya debe tener algo más de ocho horas de occisa, casi diez diría yo, por mi experiencia en estos casos. —Insiste con profesionalismo.

—Maldición, la muy puta se salvó que la cogiera duro, hoy tenía ganas de pasar la tarde y parte de la noche sumergido en mis pasatiempos favoritos: Mi tan entretenido bondage y sus tan sensuales atamientos eróticos. El poder dominarla, por las malas, ya me tenía excitado, quería percibir su olor a miedo saliendo por cada poro al darse cuenta de que es una estúpida sumisa ante mi poderío, y claro está, el sadomasoquismo rompiendo su coño y culo virginal —reniego frustrado.

—Aún estás a tiempo si no te incomoda la necrofilia —sugiere sin inmutarse quien está a punto de retirarse.

Algunas horas después estoy bañado y perfumado acompañando a Oleg a su casa; donde su muy embarazada esposa lo cuidará.

—¿Qué tal tu nueva babyputa privada a estrenar? —intenta sacarme algo de información sobre lo que pasó hace rato en mi nido sexual.

—Nada que esté fuera de mis actos morbosos —dejo que un escalofrío exagerado estremezca mi cuerpo. Gesto que hace que él me mire en busca de más detalles, cosa que evito dar a toda costa.

—¿Cómo te sientes?, ¿qué piensas hacer con la barriga?... Si mal no recuerdo te negabas desde un principio a tener hijos con ella —señalo con un gesto despectivo en mi boca en dirección del pasillo por el cual se desplaza Ivett en busca de su insignificante hijo y de Lluis.

—Aún no lo sé, todavía tengo suficiente tiempo para decidir, ya veremos— duda mientras se pasa la mano con cierto nerviosismo por la nuca.

Una guerra amistosa de miradas empieza entre nosotros cuando dos voces alegres nos interrumpen. Veo con desapego como Lluis y ese otro niño intentan brincar a los brazos de quien es su actual padre. Pero la voz melosa de una Ivett les advierte con dulzura que deben dejarlo descansar.

Han pasado ya tres meses desde la convalecencia de Sombra, estamos en una de mis oficinas controlando, como es costumbre; los ingresos y deudores de mis bravtas.

EL AROMA DEL PODER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora