Capítulo 11. El Boyevik Krov'.

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Han transcurrido nueve meses desde la boda

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Han transcurrido nueve meses desde la boda. Dentro de este matricárcel me divierto adiestrando, amaestrando o domesticando, como quieran verlo, a moglie; aún me pica la boca al tener que llamarla esposa, aunque sea en su idioma, pero bueno todo va según los planes. Quiero tenerla encerrada dentro de una burbuja donde el romance la mantenga drogada. Por otro lado, mi fidelidad a Arinka está tatuada en mi corazón así que me niego a llamar zhena a Susanne. Sólo un buen ruso sabe cuándo la mujer que se folla legalmente es digna de ser llamada esposa.

Me ajusto la negra correa en las pretinas del pantalón luego de haberla hecho sonar en las regordetas nalgas de Susanne, mientras recuerdo que lamentablemente para mi grotesca insatisfacción en muy pocas ocasiones he podido aplicar mis tan deseados castigos, ¡mierda!, siempre espero con ansias el momento que cometa error tras error, pero la muy guerrera se ha adaptado demasiado rápido para mi gusto a mis intransigentes exigencias, a muy pesar mío. Sin embargo, ya he llegado a conocerla; un lindo detalle es que a ella le duelen más los castigos emocionales: todavía recuerdo el que más le ha afectado. Río plácido cuando evoco el castiguillo donde le prohibí ir al aniversario de boda de sus padres en Italia, pero, como es lógico el castigo debe ser completo y lacerante, me encargo de recordarle continuamente lo mucho que me divertí en esa celebración en compañía de las coquetas féminas de su familia. Porque ese clítoris y culo legal debe entender que no me puede ocultar nada de nada.

Por otra parte, tengo más de tres meses preparando el atentado que me hará subir al siguiente escalafón; un peldaño más en pro a mi posición de liderazgo. Con Sombra y veinte de mis más fieles soldados estamos reunidos en el puerto marítimo de Valencia en la península ibérica. En escasos minutos recibiremos el mayor cargamento de droga jamás traficado; dándole un fuerte golpe al dominio del Cártel de Medellín en Europa. La brisa cálida del mar mediterráneo me remonta a aflorar mis tiempos de casi matrimonio con mi única esposa, aunque para ella yo sea tal vez, si tengo suerte, un sueño húmedo que quisiera repetir. Dejo que los rayos calientes choquen contra mi piel tatuada atravesando la delgada tela que la cubre, mientras ese impregnante olor a salitre entra y sale de mis pulmones, esos que, se empeñan en asociar el mar con mi zhena.

Ajusto mis lentes oscuros antirreflejos para concentrarme en mi aquí y ahora cuando veo a la comitiva de Víctor ubicarse en puntos estratégicos, como es lógico, estamos sedientos por matar a cualquiera que intente interferir con la transacción. Ambos estamos a la espera de la señal del brigadier Alexei, así que preventivamente me acerco a Víctor para ponerlo sobre aviso advirtiéndole que algo no me termina de cuadrar.

—¿Por qué él se presenta con tan pocos soldados?, ¿no te parece extraño? —analizo el lugar tratando de transmitir mi inquietud y sospechas a mi jefe inmediato el boyevik Víctor.

—No lo entiendo, según los planes creo que trajo menos de la mitad del respaldo acordado —aprieta los dientes mientras achina sus envejecidos ojos al darse cuenta que mi sensación de que algo está mal lo invade a él también. —Prepárate, mantente alerta, mata a quien tu consideres que sobra o te estorba en este mundo, sea quien sea no lo dudes Krov', de todas formas yo haré lo mismo sin que me tiemble la mano, y cuídate no quisiera perderte eres el mejor cobrador que tengo.— Advierte mientras se aleja de mí.

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