Capítulo 20. Perdiendo el control.

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Salgo como alma que lleva el diablo del apartamento de Raiza, termino de vestirme en el ascensor, llamo a Oleg explicándole la situación

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Salgo como alma que lleva el diablo del apartamento de Raiza, termino de vestirme en el ascensor, llamo a Oleg explicándole la situación. Minutos después nos reuniremos en un café en el centro de la ciudad.

Aprieto con una fuerza descomunal el volante, mi pie se rehúsa a desacelerar, veo el tacómetro indicando la máxima de las rpm, intento controlar mi respiración irregular y descontrolada. Me repito una y otra vez —control... control... control —Mientras golpeo infinitas veces el volante, maldigo tratando de dominar mi frustración la cual fácilmente la podría confundir con miedo, ¿quién lo diría? yo, Krov', con miedo.

Por segunda vez en mi ensangrentada vida rezo a un Dios cualquiera por y para mi descendencia.

Recibo otro mensaje de 24/7 notificando que ya han pasado trece horas sin saber del paradero de Arinka. Juro en voz alta que mataré lentamente a André si algo malo le pasa a la única mujer que yo quiero considerar como mi zhena, le quemaré el alma a la petite merde en la última paila del infierno si mi hijo sufre aun dentro del vientre.

Llego al café, para el bien de Sombra, lo veo bajar de su carro al mismo instante que yo también lo hago. Se me acerca y con un ademán de cabeza saluda preocupado, entramos y él solicita dos cafés, a la vez, exige que no seamos molestados.

Miro mi reloj y le digo que ya han pasado exactamente trece horas veintidós minutos y diecisiete segundos sin saber nada de Arinka. Le muestro la ubicación del vehículo, según el GPS, está en un centro comercial de una ciudad cercana. Una lluvia o más bien un torrente de preguntas salen de mi boca para mojar a un Oleg que está tan intrigado como yo; —¿qué diablos está haciendo el carro allí?, ¿cómo es posible que no sabíamos que mi zhena saldría de la ciudad?, ¿dónde demonios está la petite merde? Continúo con un sinfín de preguntas, una tras otra, mientras golpeo con mi dedo índice la débil mesa de vinilo con cada pregunta que lanzo, y como es lógico no me puede dar respuestas.

Oleg empieza a mover sus contactos para que se apersonen en el centro comercial. Son los treinta minutos más largos de mi puta vida. Por fin Oleg inicia una videollamada en la que se muestra el carro en perfecto estado, no hay señal de forcejeo dentro ni fuera del vehículo.

Para este momento no sé sí alegrarme o más bien afrontar la idea de que fueron secuestrados. ¡Diablos!, tuerzo mi cuello nuevamente, aprieto la mandíbula y siento como cada articulación se estremece ante ésta última idea.

Una falsa paz entra en mí ser, pero sé que debo moverme rápido porque necesito saber de mi zhena. Demonios, la impotencia se adueña nuevamente de mí. Le arranco el celular de las manos de Sombra y ordeno que busquen las cámaras de seguridad de todo el condenado centro comercial. Giro instrucciones de una búsqueda exhaustiva y meticulosa en baños, bares, vestidores de las tiendas o cualquier lugar donde pueda estar.

Nos apresuramos para unirnos a la búsqueda. En esta ocasión soy yo quien se adueña del volante, me toma la mitad del tiempo llegar a Kazán, esa antigua ciudad de origen búlgaro, voy sobrepasando con suma facilidad los límites de velocidad causando un par de accidentes, no tengo remordimientos de consciencia por las víctimas, supongo que hoy debe acabarse el tiempo de vida de algunos de ellos y si no es su día de muerte yo, Krov' adelanto la fecha de caducidad de sus simplonas existencias.

EL AROMA DEL PODER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora