Las puertas de la clínica se cierran tras nuestros pasos, le informo a Susanne que la llevaré a casa con la excusa de que debe descansar. Sí todo sale según mi planificación en tres semanas nos deben dar la noticia que seremos padres, bueno para ser justo ella será madre yo seré un jodido padrastro a escondidas.
Abro la puerta de su hogar, según ella, para mí no es más que una casa como cualquier otra, pero casa al fin. Hogar sólo puedo llamar al cuerpo de Arinka, eso sí es mi hogar. Por ahora dejo que Susanne protagonice su gran maternidad mientras yo, planifico el alumbramiento de mi verdadero descendiente.
Dos días después estoy en la sala de Frank, como siempre él rebosa esa increíble personalidad, propia de un buen abuelo. Veo como la pequeña Aneta, su nieta, ayuda a Anna a traer el té, «una hembra así necesito para mi hijo, lástima que ella le lleve seis años, es mucha diferencia de edad para aprobar un matrimonio arreglado. Pero ¿en qué, demonios, estoy pensando?», me reprocho, cuando me recuerdo a mí mismo que mi hijo no está bajo las estrictas reglas de la mafia ni bajo la sombra de la bratva, sonrío conforme con el destino que le tengo armado.
Luego de dos humeantes sorbos de la taza, la voz firme de Anna trata de hacerme cambiar de opinión, cosa que hasta ella misma sabe que no sucederá.
—Arinka insiste en una cesárea —vuelve a confirmar ante la prerrogativa de que ellos no quieren un parto natural.
—¡Maldita seas!, Anna, no lo volveré a repetir, ella tendrá al pequeño Belov de forma natural así muera en el intento —aseguro sin más.
—Vladislav, ¿te estás escuchando?, ¿la pondrás en riesgo con tal de hacer tu egoísta voluntad?, ¿no crees que es más que suficiente lo que has hecho con ese matrimonio? —interviene la ginecobstetra de Arinka.
—No, nada es suficiente para mí, el mundo entero se mueve a mi compás, si alguien no cumple con mi voluntad, no tiene cabida en esta vida —subo los hombros como si estuviera eligiendo el color de la pintura para el cuarto del bebé.
»Encuentra la manera que ella alumbre a mi hijo, sino será tu pequeña Aneta quien pague por ello —advierto sin el menor remordimiento, mientras limpio mis húmedos labios del exquisito te de zavarka.
Anna traga la saliva más amarga de su vida y asiente resignada. —bien, Krov', vuelves a ganar, les daré una fecha falsa para la cesárea de tal manera que pueda disimular que el parto se adelantó —dice frustrada sabiendo que acaba de faltar a su juramento hipocrático, cosa que me suena más a hipocresía que a lo que realmente representa.
Satisfecho por saber que mantengo el control de aquel matrimonio, doy por terminada la conversación concentrándome en ver como mi casi amigo juega con su nieta. Juro allí que mi hijo tendrá el mejor de los abuelos.
Una semana más tarde Sombra me sorprende al anunciarme que Ivett le pidió embarazarla. Miro la expresión de Oleg, pero leo incertidumbre, miedo y desconfianza.
—No quiero un hijo con esa mujer —espeta con ira, Oleg.
—Pensé que tu matrimonio era tan llevadero como el mío —indago directo.
—¿Recuerdas cuando llamabas a tu matrimonio matricarcel?, pues el mío lo llamaría de otra manera, aunque por ahora no lo puedo definir. De lo que estoy seguro es que no tendré un hijo con esa mujer, sí así se le puede llamar —respira profundo con gran decepción.
—Escupe lo que tienes en esa asesina boca y deja que tu interior consiga algo de paz —sugiero con mucha curiosidad de saber lo que sucede.
—No soy estúpido Vlad, sé bien que esa mujer no es lo que aparenta ser. No por nada llevo toda mi vida preparándome para ser tu sombra y tu escudo, desde niño los rigurosos entrenamientos físicos y emocionales han dejado cierta capacidad de adelantarme a los acontecimientos y si sumamos mis estudios en Lugano, ella debería estar en desventaja, pero, demonios, no es así, me siento como un niño bajo la mirada escrupulosa y dominante de su arpía madre —reconoce con el orgullo golpeado, pero presto a aceptar mis consejos para cambiar la situación.
ESTÁS LEYENDO
EL AROMA DEL PODER.
RandomNo me creo un dios que decide quien vive sino un diablo que sentencia quien muere. De su vientre nacerá sólo mi descendencia aunque sea yo quien escoja el momento y las condiciones del embarazo. Me importa una mierda que ella sea ajena y est...