Apoyo mi cabeza en el respaldo del asiento del jet, permito que las palabras de despedida de Susanne en nuestra boda se abrieran paso en mi memoria, la recién esposa pasó con creces la primera prueba demostrando lealtad por mí. Sin embargo, eso no es suficiente, quiero más de esa fémina, necesito moldearla para mi beneficio, colmar mi vida de caprichos, y todo porque simplemente me da la gana.
—Dime, Susanne, ¿eres virgen? —la abordo a quema ropa, sin importarme que la azafata estuviera cerca sirviendo unos aperitivos.
Noto como su cuerpo se tensa, sus dedos se estrujan entre ellos haciendo que los nudillos pierdan color, una delgada capa de sudor perlado empieza a cubrir su frente sin control. Le recuerdo nuestro trato, en particular la parte donde ella debe ser valiente para afrontar las consecuencias de sus actos.
—No —pronuncia por debajo con la mirada puesta en la ventanilla.
—¿Con cuántos hombres has tenido sexo? —espeto molesto, haciendo que la azafata se apresure a salir del compartimento. Casi la podríamos comparar con las rpm de las turbinas que nos mantienen en vuelo.
Susanne intenta relajarse para encontrar algo de valentía apretando sus labios, respira un par de bocanadas profundas, llena sus mejillas de rojo carmesí y abre la boquita cual niña que acaba de ser pillada cometiendo alguna travesura.
—Bueno, la primera vez no sé si se le pueda llamar sexo —dijo realmente avergonzada mientras las perlas de sudor aumentan en su frente.
—Explícate mejor, y espero que no me desilusiones, mujer, —suelto con brusquedad la mano.
Realmente yo estoy consciente que las probabilidades que ella entrara casta e inmaculada al matrimonio eran pocas, pero, aun así, pagaría por su debilidad carnal.
Susanne mantiene su mirada fija en la ventana oval, se pierde observando el blanquísimo velo casi transparente de nubes —Tenía alrededor de dieciséis años ya todas mis primas y amigas estaban casadas o comprometidas, así que continuamente las escuchaba decir lo fantástico y maravilloso que era el sexo. Y yo, quería experimentar lo que tanto vanagloriaban.
La Observo suspirar, apretar los labios con infructíferos esfuerzos de olvidar el pasado, opta por guardar silencio unos minutos tratando que yo, Krov', acepte tan escueta explicación, y claro eso no sucede.
—Susanne... Susanne... Susanne. —Mi tono de advertencia es la antesala de mi fuerte agarre en su barbilla, hasta que entiende que debe continuar.
—Yo... yo... me masturbé, oh cielos, nunca pensé que contaría esto— pronuncia apenada, para continuar relatando —pero no sentí nada de lo que ellas describían, así que la última vez usé un...
Ella guarda silencio, haciéndome romper la cabeza preguntándome con qué modelo de vibrador se masturbó.
>>Diablos, Vladislav, se supone que esto es algo íntimo —me reprocha ante la vergüenza de su pronta confesión.
—Dime, con qué —grito a todo pulmón.
—Una banana, sólo fue una banana —devuelve mi grito a todo lo que da su garganta. Suelto una carcajada tan estrepitosa que hace que su humillación sobrepase sus límites, pero aun así no lo quise evitar.
—¡Estás loca, Susanne! —Permito que una gran risotada golpee cada pared de la aeronave mientras me doblo muerto de la risa. Ella sólo se limita a subir sus delgados hombros acompañándolos con un lindo puchero en sus carnosos labios. El ambiente relajado permite que dos azafatas realicen su trabajo con premura, hago un ademán de manos para que continuara con la narración de su tropical vida sexual.
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EL AROMA DEL PODER.
RandomNo me creo un dios que decide quien vive sino un diablo que sentencia quien muere. De su vientre nacerá sólo mi descendencia aunque sea yo quien escoja el momento y las condiciones del embarazo. Me importa una mierda que ella sea ajena y est...