Capítulo 16. Padres sustitutos.

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Mi padre encabeza la mesa, aunque por posición de poder y liderazgo debería ser yo quien la presida, pero en casa de ellos soy más su hijo que su jefe.

Volteo al oír a mi sobrino jugar con Lluis, se llevan bien, en los brazos de Ivett el infante se encuentra a gusto, los celos de Oleg con respecto a su hijo son mermados por risas de alegría entre los dos pequeños compañeros de juegos.

Susanne se siente presionada ante las exigencias de la bratva y mi madre para darme descendencia. Últimamente prefiere no asistir a encuentros familiares, se está aislando mucho, eso no me hace infeliz ni tampoco me quita el sueño. Hoy, sin embargo, está sentada callada a mi lado ve de reojos a los protagonistas de la algarabía infantil dejando escapar un par de suspiros. Le aprieto la mano que tiene estrangulando parte de su falda debajo de la mesa, levanta la vista buscando algo de apoyo en mi mirar.

La voz fina de Irina, mi madre, rompe nuestro enlace e insiste que es una pérdida de tiempo no tener hijos en los primeros dos años de matrimonio. moglie prefiere guardar silencio y se enfoca en terminar su comida.

Al no tener respuesta de mi esposa mi madre presiona elevando el tono de voz logrando que cada uno de los comensales se interesen en la conversación.

Siento el temblor en sus manos, sé bien que ella no le levantará la voz ni le llevará la contraria a mi madre, prefiere ser humillada a pagar las consecuencias de mi enojo.

—Necesitas descendencia, Vladislav, vuelve a insistir mi madre —a pesar que mi padre intenta callarla con la mirada.

—Ya basta madre, te lo advierto —trato de frenar la embestida.

—No ... no basta esa italiana de porquería no es capaz de darte hijos, debes ir pensando en buscarte una amante rusa de pura cepa para que tenga a tu sucesor —continúa atacando sin piedad mi madre.

—Irina —amenazo casi en susurro.

—Deja de defenderla —insiste.

>>Eres una inútil: en lugar de estar pendiente de embarazarte pierdes tu tiempo en esa empresita —clava la ponzoña cual escorpión atacando a su presa.

—Hoy mismo te presentaré una buena rusa que está dispuesta a ser la madre de tu heredero —intenta con ilusión convertirse por segunda vez en abuela.

—¿Susanne? —volteo a ver a moglie quien se seca rápidamente sus pesadas lágrimas, todavía sin responder a su suegra. —¿Susanne? — insisto lento un par de veces.

El silencio se apodera del recinto cuando escucho unas pisadas de tacones aproximarse a mí. Una hermosa mujer alta provista de grandes tetas y delgadas caderas, blanca como la nieve con hermosos cabellos que emulan los rayos del sol. Se atreve a tomar mi mano, segura de que ella está dominando la corta conquista, me sugiere levantarme.

Vuelvo a llamar a Susanne, pero mantiene la mirada en su anillo de boda.

Me alejo con la fémina a la primera habitación que encuentro, dos minutos después estoy sentándome al lado de mi esposa, le solicito una servilleta a mi madre y procedo a limpiar de mis nudillos la sangre y los pequeños trozos de carne de mi recién víctima.

Tomo la barbilla de moglie y la obligo a mirarme.

—Que sea la primera y última vez que no respondes cuando yo te llame —le advierto para luego plantarle un beso exigente y demandante delante de los comensales, bajo los susurros de ellos, me volteo haciéndole saber a mi madre que puede mandar a limpiar el cuarto antes que la sangre de su rusa manche las paredes y la alfombra.

EL AROMA DEL PODER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora