Capítulo 3. As de pica.

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La gélida brisa continúa empecinada en cachetear nuestros rostros, se divierte, al golpearnos haciéndonos saber que ella forma parte de nuestra conversación

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La gélida brisa continúa empecinada en cachetear nuestros rostros, se divierte, al golpearnos haciéndonos saber que ella forma parte de nuestra conversación. Frank se mantiene firme ante mi penetrante mirada, impreco al escuchar de otra boca lo que yo ya sé, lo que me enerve enfureciéndome hasta un nivel poco conocido. Mi inquebrantable y controladora personalidad se ve ligeramente perturbada por la expectativa de ver como Frank se debate entre responder o continuar callado, pero como es de esperarse es todo un hombre de vieja cepa, de esos que no dejan nada a medio camino, así que luego de escasos segundos Frank asiente sin vacilar con la cabeza elevando los párpados a la par que separa las pestañas, las que rodean sus verdes, ojos para simplemente continuar relatando, mientas que el lago Tavatui empieza a emitir el sonido característico del agua congelándose producto de esa misma brisa siberiana que se esmera en golpear nuestros abrigos.

—Verá, Krov', este amigo es un buen hombre algo pendejo y lento, pero no por malo sino porque nació así. Juro por mi hija que, si han hecho los pagos religiosamente, lamentablemente no he podido grabar en vídeo las transacciones monetarias porque está prohibido, pero soy testigo fiel que se han efectuado y no es justo que el niño se quede huérfano por la avaricia de un soldado que intenta verle la cara de estúpido, mi Krov' —termina de justificar su creciente preocupación. Mientras que él se libera de un peso, el mío, se dispara al cielo o tal vez deba decir al infierno, porque eso es lo que tendré que afrontar tan pronto conozca a quién coña ha osado a tomar lo que es mío por derecho.

Escuchar esa ridícula posibilidad y peor aún que se repita hace que mis ansias de sangre humana me hagan hacer agua la boca.

—¡Bien! ¿Cuándo es la siguiente fecha de pago? —pregunta Sombra.

—Este miércoles próximo, a mí me toca los martes y a él los miércoles. Mi cobradora es la misma desde el inicio del trato —suelta seguro mientras que pasea sus mirada entre los ojos verdosos de Sombra y los pardos míos, sabiendo que tomaré medidas.

—¿Qué otro detalle tienes del presunto ladroncillo? —insiste mi sombra, Oleg, adelantándose, como siempre a mis pensamientos. En ocasiones la rápida reacción de Sombra ante mis pensamientos me da un incómodo escalofrió en la base de mi columna vertebral, aunque sé que su gemelo está bajo tierra, Oleg, ha desarrollado una relación casi simbiótica entre su raciocinio y el mío.

Luego de meditarlo por poco tiempo recuerda que es checo, que pudo reconocer el idioma ya que su difunta esposa era oriunda de ese país.

—Te enviaré un mensaje al mismo número por el cual me contactaste, necesito que estés pendiente de seguir todas y cada una de las instrucciones —Frank se limita acatar mis órdenes y girando sobre sus talones retoma sus huellas dando por finalizada la reunión.

—¿Cómo diablos, conseguiste mi número privado? —suelto con desprecio a la par que hago un ademán dando una orden a Oleg, éste, dispara a cielo abierto logrando captar la atención de Frank, quien con un rostro pálido me recuerda, comentándome; que yo mismo se lo había dado hace cuatro años cuando firmó el primer convenio de pago. Se me hizo fácil remembrar que para ese momento lo hice con los primeros clientes, río al recordar que esa fue una de mis primeras señales de mi obsesión por el control.

EL AROMA DEL PODER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora