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Dos caballeros mágicos se encontraban por las nubes mientras pequeños remolinos apresaban a cuatro hombres inconscientes.

- Enntonces se centraron demasiado en Salim Hapshass.- asimilaba la de rizos mientras posaba el dedo índice en su mentón.- Con razón, ese joven nunca me causó una buena impresión.

Ambos iban ya en camino hacia la capital a ver al irresponsable de Julius -según Christine-, pasaron unas horas de viaje, en el cual algunos bandidos no dejaban de forcejear porque no todos habían despertado aún. Los jóvenes caballeros mágicos ignoraban sus quejidos y estos al percatarse se resignaron a ser prisioneros.

A solo unos minutos de llegar, Yuno le cuestionó a la de rizos algo que la hizo frenar en seco.

- Christine-senpai ¿Usted es pareja del capitán de los Toros Negros?.-

- ¡Christine!

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- ¡Christine!.- un emocionado Julius corrió a abrazar a la menor, sin embargo cuando éste saltó, la chica se echó a un lado, haciendo que el Rey Mago se estrellara de cara al suelo, aún con las manos extendidas.

Yuno soltó una sonrisa burlona y Christine, bueno, quizás moriría joven por el ataque de risa que le había dado al ver como el mayor se incorporaba con su habitual puchero mientras murmuraba Lucecita cruel.

Ya al haberse tranquilizado todo, Julius la abrazó con bastante calidez.

- Te he extrañado tanto, lucecita.- susurró mientras sobaba su cabeza suavemente, la chica le correspondió el abrazo solo unos segundos, hasta que recordó la presencia del adolescente y la razón por la que se encontraban allí, se separó.

La chica lo miró con el ceño fruncido.

- Capturamos a los bandidos que dejaste escapar hace un mes.- avisó con molestia mientras se cruzaba de brazos y señalaba a Yuno y a sí misma.

Rápidamente el hombre descendió la mirada y paso una mano por su nuca con una sonrisa nerviosa.

- Es que en aquel entonces me distraje con el hechizo de la flor de la verdad de la pequeña Vermillion, tenías que haberlo visto ¡Fue alucinante ver cómo aquel joven soltaba la verdad sin desearlo!.- exclamó extasiado por el afán que le tenía a la magia.

La chica lo entendía, más que nadie, a ella también le encantaba la magia.

- Entiendo que sea genial ver magia nueva de cerca, Julius.- aceptó la chica y el mayor ya se encontraba asintiendo feliz.- Sin embargo no debes poner en peligro a la población de tu reino.- regañó Christine levantando el índice de su mano derecha haciendo que éste se tensara en su lugar.- ¿Qué hubiera pasado si esos bandidos le hacían daño a alguien o si secuestraban a algún niño?.- cuestionó aún con tono de queja mientras volvía a cruzar los brazos y le dedicaba una mirada de reojo a Yuno que se encontraba atento.- Debes ser más responsable, Rey Mago.- esta vez soltó con burla y le dio un leve golpe en el hombro para que éste no tuviera más el rostro como cachorro apenado.

Después de haber discutido todo lo que había sucedido en la misión, Yuno ya había salido de la oficina y ella estaba a punto de hacer lo mismo hasta que Julius habló.

- Yami preguntó por ti, dijo que tenía algo de que hablar contigo.- la chica se tenso de sobremanera aún con la mirada en la puerta.- Obviamente le dije que estabas de misión y que volverías hoy, me pidió que te avisara que iba a esperarte en el lugar de siempre.

Una vez terminó de hablar, la chica solo le agradeció por sobre su hombro y salió de aquella oficina.

Mientras en el camino hacia su mansión debatía el porqué.

¿Qué querrá decirme? ¿Acaso desea restregarme en el rostro que le doy asco?...Aunque en realidad él nunca dijo eso.- recordó la chica pero después cambió de opinión.- Pues claro que le debo dar asco. Ojalá no sea tan cruel.

Deseó la chica en su interior mientras un suspiro exhausto salía de sus labios.

Al llegar a la mansión, una empleada abrió las rejas.

- Bienvenida, señorita Christine.- saludó con una reverencia.- Su hermano se encuentra almorzando en el comedor.- avisó mientras Christine comenzaba a caminar adentrándose en el lugar con la empleada detrás siguiéndola.- ¿Desea acompañarlo?.- cuestionó formalmente mientras entraban al comedor.

Ahí se encontraba aquella persona tan intimidante, elegante y calculadora que tenía como hermano mayor.

Antes de saludarlo, le murmuró una afirmación a la empleada para que esta los dejara solos mientras le daba la orden al cocinero de la mansión llamado Francis.

Sujeto bastante agradable por cierto.- pensó mientras asentía antes de dirigirse a su hermano.

- Hola, Damn.- saludó divertida ignorando su expresión de desaprobación que siempre parecía tener cuando la veía.

Bah, para lo que me importa.- pensó la chica con burla.

No tenía muy buena relación con su único hermano pero le encantaba divertirse con sus regaños y quejas por el mal comportamiento de la menor -según él-, ya estos la llevaban sin cuidado.

- Debo decir que aparte de ser la primera caballero mágico de nuestro apellido, también osas ir de misión a una aldea de la zona pobre.- escupió aquellas palabras con amargura y frialdad, cosa que hizo que la chica no se inmutara.

Solo soltó un bostezo y empezó a jugar con una pequeña luz que había creado en la yema de su dedo pulgar, ignorando al hombre completamente.

- Por cierto ¿Dónde está tu querida balanza de la "justicia"?.- cuestionó sarcástica haciendo énfasis en las comillas. Antes de poder responder, la chica se levantó del asiento.- Agh, sabes qué, creo que se me ha ido el apetito, dile a Francis que me disculpe.

Una vez dicho esto, la chica subió las escaleras hasta su habitación.

Una hora después, se encontraba cambiada, duchada y bastante nerviosa.

Se debatía entre ir o no ir.

No, Christine, no puedes huir como cobarde, todo esto pasó por torpe, es tu culpa, ahora afronta las consecuencias.- se regañó a sí misma y ahora con determinación, se teletransportó hacia donde se supone que Yami estaría.

Casi al llegar, el olor a mar invadió sus fosas nasales y el sonido de las olas chocando, hizo que cerrara los ojos inconscientemente.

Al abrirlos, vió una silueta que conocía perfectamente, sentado despreocupadamente en la arena con su katana a un lado y como siempre, fumando un cigarrillo.

Se debatió entre si caminar hacia él o no -era muy insegura-.

Pero cuando se arrepintió de haber asistido y dar media vuelta para irse, esa voz la detuvo.

- ¿Volverás a escapar, mocosa?.

Opuestos por Naturaleza || Yami SukehiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora