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Advertencia: Lemon.

La tibia agua a su alrededor, la textura de esas grandes manos apresando sus caderas y la suavidad de sus finos labios en su desnudo cuello, eran hermosas sensaciones que la atacaban en ese momento.

Soltó un jadeo inevitable cuando el azabache se acercó más a ella sintiendo su firme pecho en su espalda y sus manos acariciaron con delicadeza su vientre. La respiración se le cortaba mientras el azabache lentamente ascendía una de sus manos en un camino juguetón hasta sus desnudos pechos, dejando la otra en su abdomen contraído.

Gimió por lo bajo cuando sintió la boca del mayor en su lóbulo izquierdo a la vez que su mano derecha apretaba con ahínco su pecho que se erizó al sentir su tacto.

- Yami.- jadeó su nombre embelesada con su toque.

El sonido del agua siendo movida bruscamente la sacó de su ensoñación cuando sintió esos labios chocando con los suyos con desesperación. Ensimismada siguió su ritmo, o al menos lo intentó, el azabache parecía estar fuera de control. Besos apasionados mezclados con jadeos suplicantes y mordiscos hambrientos. La mano izquierda que aún se encontraba en el abdomen de la fémina fue bajando lentamente, acariciando de camino su vientre donde sentía un exquisito hormigueo.

Cuando aquella mano se desplazó por sus pliegues adentrándose en su cavidad, la menor abrió sus labios sorprendida aún sabiendo que aquello iba a pasar, no se comparaba con sentirlo. El azabache gruñó cuando ella se apartó, brusco, tomó su pierna derecha y la enroscó en sus caderas para tener mejor contacto con su feminidad. En un tortuoso vaivén sus dedos índice y corazón se adentraban una y otra vez, recibiendo gemidos descontrolados de la mujer apresada por sus grandes brazos mientras la seguía besando con su lengua peleando con la suya que parecía no querer llevarle la contraria por las exquisitas sensaciones en su sexo.

Cuando sintió que las piernas de la menor se tensaban y su cavidad se apretaba aún más, sabía que estaba por llegar al éxtasis, así que con una sonrisa burlona en sus labios, separó sus bocas y retiró sus dedos de su interior, provocando una mueca de disgusto en los labios de la fémina.

Antes de que ella pudiera quejarse y cuestionar su ausencia de tacto, el mayor tomó la palabra.

- Pídeme lo que quieres, y te lo daré.

Susurró en su cuello, mientras mordía la misma zona creando más olas de calor en el vientre de la de rizos.

- Yami, por favor...- suplicó con la respiración acelerada y los ojos cerrados tratando de controlar la desesperación que sentía porque el mayor se hundiera en su interior.

La mano del azabache sujetó su cabello con tosquedad y obligó a la menor a mirarlo directamente a los ojos. Yami pudo ver la súplica en sus expresiones y en sus ojos de cachorro mojado.

- Pídemelo, mocosa.

Ordenó con voz ronca mientras la tomaba de una de sus piernas y la volvía a enroscar en su cintura, a la vez que agarraba su necesitado miembro y lo colocaba en su entrada, jugueteando con su sexo viendo como la menor se retorcía para que entrara, sin embargo, él no la dejaba.

- Demonios, Yami. ¡Entra, ya!.

Aquella orden hizo que el mayor frunciera el ceño, molesto. Acercó su rostro al de ella quedando centímetros para tocar sus labios, viéndola a los ojos con seriedad.

- Tú no me das órdenes, Christine.- soltó con lentitud su nombre, serio. La menor al oír su nombre de sus labios sintió otra oleada de calor adentrarse en su tensado vientre, rogando por atención. Sin embargo, en menos de un segundo, la expresión del azabache volvió a ser burlona.- Suplíca, vamos.

Le alentó rozando sus labios, mientras restregaba su palpitante sexo con el clítoris de la fémina la cual sentía que iba a explotar tarde o temprano. Tragó saliva, sintiendo su garganta seca y reprimió un gemido cuando sintió el glande del mayor en su entrada, preparándose.

Rindiéndose, lo miró a sus ojos grises con anhelo y deseo.

- Por favor, Yami...- suplicó por lo bajo antes de abrir su boca aún más para soltar el jadeo que estaba conteniendo cuando sintió la otra mano del azabache apretando su pezón izquierdo.-...hazme tuya de una vez.

El mayor sonrió de lado, a la vez que sus labios volvían a atacar los suyos, su lengua volvió a recorrer su cavidad y antes de que la fémina volviera a quejarse, el azabache agarró las dos piernas de la menor debajo del agua de aquel manantial y la alzó en peso, haciendo que la fémina se sujetara de su cadera con sus piernas y de su cuello con sus brazos. Enterró sus dedos en el sedoso cabello del mayor cuando sintió su miembro en su interior de una estocada. Gimió a lo alto cuando la velocidad del azabache se volvió errática, descontrolada, sintió sus manos en sus glúteos que apretaban con desesperación a la vez que la velocidad de sus bocas siendo entrelazadas, sus lenguas, peleando para ver cual estaba al mando. Una y otra, y otra vez, el sonido de sus pieles siendo chocadas y el del agua siendo movida por sus rápidas embestidas, era lo único que se escuchaba en aquel solitario bosque.

Ya no le importaban si alguien los veía, si alguien los escuchaba, aquel encuentro era la gloria y sentían el delicioso placer carnal en sus calientes pieles.

Un gemido grave parecido a un gruñido salió de la garganta del pelinegro cuando su pareja mordió su labio inferior, volviendo a tomar su cabello húmedo, la obligó a alzar su cabeza dejando ver su blanquecino cuello, mordisqueó, chupó y lamió la piel de aquella zona tan sensible a la vez que sentía esa sensación del clímax y por lo apretada que estaba la menor, supuso que a ella le sucedía lo mismo, así que separó su boca de su cuello y aceleró su velocidad mientras a la vez la alzaba más pues perdía fuerzas. La de rizos mordió el hombro del mayor a la vez que soltaba un chillido por la llegada de su orgasmo, sin embargo, las estocadas no pararon hasta poco después cuando escuchó el alto gruñido del azabache en su oído y sintió su cálido líquido dentro de ella. Era delicioso sentirlo en su interior por lo que ella también gimió junto a él.

Después de normalizar sus respiraciones agitadas, el mayor soltó sus piernas y salió de ella. Cuando la fémina volvió a tocar el suelo, el azabache rodeó su cintura con sus brazos y la apegó de nuevo a él. Su nariz se ocultó en su cuello y aspiró el aroma natural de la joven.

- Te amo demasiado.

La menor sonrió feliz como siempre lo estaba cuando escuchaba esa frase tan emotiva venir de los labios de su pareja.

- Yo también te amo, mucho.







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Bueno, bueno, aquí está. Lo prometido es deuda, dicen. Ya no estoy endeudada con nadie. Espero que les haya gustado. Ahora que pienso bien, esta es la primera vez que dejo un mensaje aquí. Pues siempre pensé que sería ignorada, quizás así sea. Pero nunca está de más tratar de socializar, cuando en realidad yo apesto en eso.

En fin, este es mi primer intento de lemon, si les gustó, comenten.

Mierda, estoy nerviosa.

Opuestos por Naturaleza || Yami SukehiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora