6 de diciembre

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Daba vueltas en la silla de mi oficina una y otra vez, pensando lo que había ocurrido el día anterior. Recordaba perfectamente bien su aroma y suavidad, también la sensación en mi estómago. No podía sacarlo de mi cabeza, por más que quisiera, aún si intentaba hacer mi trabajo. Lograba distraerme con la más mínima oportunidad que tuviera, no lo podía controlar y eso me asustaba.

Pasaba de medio día y no había avanzado nada significativo en el trabajo. Mi teléfono sonó, era papá.

-Johnson y asociados, ¿en qué le puedo ayudar?- dije al descolgar.

-Hola, si.-respondió.-¿Le puedo ordenar una pizza hawaiana con extra queso y aceitunas?

-Uh, tenemos que ir por una pizza.

-Vamos el martes, tu madre quiere salir para no hacer la cena.

- Te agendaré.-rió.-¿Qué sucede?

-Llamaba para saber si aún estabas en la editorial.

-Si, salgo hasta las 3, como siempre. ¿Necesitas algo?

-Que vayas a casa, está cayendo otra tormenta.

Me levanté de la silla y caminé hacia la ventana, tenía razón. Caía nieve del cielo y se acumulaba en la calle y en los techos de los edificios.

-¿Dos tormentas en una semana? Eso es extraño hasta para Seattle.-dije regresando al escritorio.

-Vete antes que empeore, no tardan en cerrar las calles.

- Está bien, ya me iré. Te quiero.

-Y yo a ti, te espero el martes.-colgó.

Tomé unos papeles para trabajar en casa, los metí en mi bolso, junto con las demás cosas, y me puse el abrigo. Bajé al estacionamiento y subí a mi auto. Esta tormenta era más tranquila que la anterior, pero el viento comenzaba poco a poco ser más fuerte y la nieve no paraba de caer. Las calles estaban completamente cubiertas de hielo y nieve, haciendo patinar un poco los autos. Con precaución logré llegar a casa y fui directo a tomar un baño en la bañera. 

Seguía pensando en él y en el beso, mi piel se erizaba con sólo recordarlo. No entendía que era lo que estaba pasando, Robert no se parecía en nada a el chico de la cafetería que había cambiado la receta de mi latte. ¿Cómo pasó de ser sarcástico y frío a coqueto y agradable? por más que intentaba explicarlo me hacía doler la cabeza. Pero lo que si sabía era que me gustaba verlo; sus ojos, la manera en la que le caía el cabello en la cara y se lo quitaba con las manos, sus mejillas sonrojadas en contraste con su pálida piel. Me fascinaba ver el como se le dilataban las pupilas y como sus emociones eran obvias a través de ellas. También me gustaba la manera en la que caminaba y hablaba, tan elegante y correcto. Su acento era demasiado marcado y el tono de su voz tan grave que te hacía dejar de pensar. El verlo en traje solo hizo que me confundiera aún más.

Después de una larga meditación salí de la bañera y me puse una bata, pero, antes de poder caminar a mi habitación, el timbre de la entrada sonó. Me dirigí a la puerta y la abrí, era Robert. Estaba vestido con un abrigo y debajo de este tenía una sudadera y un pants blanco, al igual que usaba un gorro. En una de sus manos había una bolsa de papel.

-Hola.-dije sorprendida.-¿Qué haces aquí?

-Hola.-sonrió.-Pasé con Ettan a comer, iba a llamarte para preguntarte si querías acompañarnos pero me corrió porque está cayendo otra tormenta, asique empacó la comida y ahora estoy aquí.-se movió incómodo.-¿Puedo pasar?

-Claro, perdón.-recordé que estaba vistiendo solamente una bata.-Iré rápido a cambiarme, ¿puedes ir poniendo la mesa? estás en tu casa.-sin esperar una respuesta corrí a mi habitación.

31 Days of DecemberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora