Suspiré y caminé hacia las escaleras; toda la familia estaba reunida al final, con una sonrisa en sus rostros y uno que otro ojo lloroso. Robert estaba al centro de la habitación, vistiendo un fantástico traje negro y con la corbata que le había regalado, Katherine lo tomaba del brazo e hizo una mueca en cuanto me vio. Ella también usaba un vestido rojo, pero, a diferencia del mío, estaba ceñido a su cuerpo y la tela brillaba, debía admitir que le quedaba especular.
Cuando llegué al último escalón Robert soltó el brazo de Katherine y se acercó a mi, en su rostro había una combinación de asombro e incredibilidad. Me miraba de arriba a bajo, parpadeando repetidamente y sonriendo cada vez más.
-Dios...-dijo en un susurro.- estás...
-Linda.-sonreí con modestia.
-Hermosa.
Por los tacones y el escalón quedábamos a la misma altura, permitiéndome apreciarlo bien; su cabello estaba perfectamente peinado y se había afeitado la barba, su piel se veía suave y tersa, cosa que confirmé al tocarlo. Sus hermosos ojos azules brillaban y como siempre sus pupilas estaban dilatas.
-Quiero decirte el mejor cumplido de la vida, pero mi cerebro no es capaz de pensar en algo.-reí.
-No digas nada, solo bésame.
Sonrió, me tomó por la cintura y me besó. Yo estaba en las nubes, disfrutando de su contacto y calidez, no podía pedir nada mejor. Todos a nuestro alrededor se enternecieron, soltando pequeñas risas y suspiros.
-El rojo es mi nuevo color favorito.-reímos.
-No dijiste eso cuando me viste.- se quejó Katherine frunciendo el ceño.
- Por Dios Williams, arruinaste un bello momento.- le reprendió Ettan.
-Cállate Cook.
-Será mejor irnos.- dijo Jeanette caminando a la puerta.-Los vemos en la fiesta.
-¿Nos vamos?-preguntó Katherine volviendo a tomar a Robert del brazo.
-¡Por supuesto que no!-exclamo Alisa.- Tú vienes con nosotros, no tienes nada que hacer ahí.
-No seas infantil, Alisa.-Katherine rodó los ojos con fastidio.
La rubia la ignoró y la arrastro a la puerta, con Nicholas siguiéndolas. Poco a poco todos se fueron hasta que quedamos Robert y yo, solos.
-¿No se supone que deberíamos irnos?-pregunté cuando cerró la puerta.
-Tenemos un asunto pendiente.- tomó mi mano y nos dirigimos al despacho.
-¿Hablas en serio?
No respondió, solamente sonrió. El despacho era grande y oscuro, había libreros que cubrían casi todas las paredes y el color café predominaba en la habitación, al centro se encontraba un gran escritorio de madera y un par de sillas verdes. En cuanto se cerró la puerta Robert comenzó a besarme.
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31 Days of December
Roman d'amourIsabel es la viva imagen de la navidad; usando ugly sweaters, bebiendo un latte de calabaza y con una sonrisa en la cara todos los días. Después del trabajo siempre veía las películas navideñas de Netflix mientras planeaba los regalos de navidad par...