26 de diciembre

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Nunca fui una persona activa ni con condición física, pero esta vez tenía una razón lo suficientemente buena como para buscar un gimnasio e ir a golpear un saco de boxeo. No era una experta, pero sabía como no lastimarme tanto, papá insistía que debía aprender a defenderme físicamente por cualquier emergencia y por fin estaba sacando provecho de eso. Tenía mucha ira dentro de mi pequeño cuerpo, necesitaba sacarla y esta era la mejor forma de hacerlo y funcionaba.

Me sentía frustrada, había pasado gran parte de la noche pensando en una solución para este problema pero no logré llegar a nada. Tenía que investigar sobre lo que estaba pasando, no podía dar un paso hacia delante sin saber el hace a donde me dirigía, necesitaba a una persona que conociera todos los detalles y la única que podía hacerlo me había traicionado, tenía que actuar rápido.

Seguí golpeando el saco con más fuerza y velocidad, las manos me dolían y sentía un inminente dolor en mis brazos que lamentaría en unas horas, pero seguí hasta caer al piso completamente exhausta. Quería volver a llorar, me sentía impotente y tenía hacer algo, no podía quedarme llorando en el suelo por más que quisiera y lo necesitara. Descansé por un momento hasta que me levanté, tomé mis teléfono y vi a través de mi pantalla rota, no sé que pasó en la fiesta como para que terminara así, pero eso ya no importaba. Con resigno suspiré pesadamente y regresé a casa. Había sacado tanto mi enojo que ahora parecía como si estuviera flotando sin ningún rumbo, mi mente estaba en blanco y mis sentimientos casi nulos. Me bañé rápidamente y me cambié para salir, tenía una corazonada que esperaba que funcionara.

Conduje al Space Needle y crucé los dedos esperando que mi plan saliera bien, no estaba segura de que esa persona estuviera aquí, pero no perdía nada con intentarlo. No era muy fan de este lugar, que el restaurante fuera giratorio me mareaba y hacía que las pocas veces en las que venía me sintiera mal, aunque no podía negar que la vista era fantástica. Di la vuelta a todo el restaurante pero no la encontré, decepcionada pedí una mesa, dispuesta a esperar el tiempo necesario. Después de veinte minutos Anne se sentó en la silla que estaba frente a mi; se veía cansada y parecía que todo su glamur la había abandonado por completo, tenía ojeras y no usaba maquillaje, cosa poco común en ella.

-Hola.-saludó en voz baja.

-Hola.- respondí.

Ahora que estaba aquí no estaba muy segura de lo que estaba haciendo, pasaban muchas cosas por mi mente que me era imposible hacer algo, estaba paralizada.

-No sabía si te encontraría aquí, pero esperaba que fuera así.-sonrió con nostalgia.- ¿llevas mucho tiempo esperando?

-No más de veinte minutos.

-¿Te gustaría comer algo? sé que no te gusta estar aquí pero muero de hambre.-tomó el menú.

No dije nada, solamente tomé el menú a pesar de que sabía que pediría lo de siempre, al igual que Anne. El silencio era incómodo, comenzaba a marearme y me sentía ansiosa, necesitaba respuestas y sabía que ella me las daría. Una mesera tomó nuestra orden y nos trajo unos tragos, el mío lo tomé con rapidez, necesitaba soportar este momento.

-¿Sigues enojada conmigo?

-No veo razón para no estarlo.-respondí cruzando los brazos.

-Lo lamento, en verdad. Creía que te estaba protegiendo.

-Sabes que no necesito que me protejan, ni tampoco que me mientan, odio que lo hagan.-dije a la defensiva.

-Lo sé,-suspiró con pesadez.- temía que reaccionaras así, todos lo hacíamos.

-Lo que más me ofende es que me lo ocultaran sabiendo cuán importante es para mi la editorial, ¿a caso no me creen capaz de solucionarlo?- fruncí el ceño.

31 Days of DecemberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora