Mis excelentes habilidades sociales quieren que diga que sí. Porque será divertido. Porque es una locura. Porque no tenemos nada mejor que hacer el fin de semana. Pero, como su mejor amiga, quiero que lo reflexione detenidamente por esas mismas razones.
Es sábado por la mañana y estamos sentadas en el aparcamiento del Double Diamonds. El club de striptease. El club de caballeros. Lo que sea. En la página web no parecía tan sórdido como esperaba; no obstante, es un club de striptease. Hemos venido porque mi mejor amiga virgen quiere entrar y pedirle al dueño que la ayude a subastar su virginidad. En concreto, a Rhys.
Lo sé.
Es demasiado estúpido como para ser verdad. Es una locura.
Aun así, eso es lo que está pasando. Ayer investigué y parece que Rhys pasa mucho tiempo en este club. Se rumorea que hay profesionales. Y con profesionales me refiero a prostitutas. Le confié la información a Lexie durante el almuerzo y anoche se le ocurrió el plan: vender su virginidad en una especie de subasta a Rhys. De ninguna manera vamos a llevarlo a cabo. Ni de coña. Lexie es una buena chica. Una buena amiga. Una buena hija. Es buena en todo. Y esta idea es una locura. No digo que Rhys no vaya a morder el anzuelo, porque lo hará; es que no creo que el dueño del club de striptease nade en dinero.
El caso.
Entramos en el Double Diamonds.
Nos van a echar. O nos detendrán por prostitución. O nos atarán y nos meterán en un avión con destino a México. ¿Qué? Tengo una imaginación espectacular.
En lugar de eso, nos preguntan si queremos solicitar un puesto de trabajo, cosa, no voy a mentir, que resulta halagador. Sí, ya tengo trabajo, pero nunca se sabe cuándo vas a necesitar un plan b.
—Me gustaría hablar con el dueño —responde Lexie, con los hombros encuadrados y la cabeza alta.
—A mí también —añado, porque no puedo dejar que entre ahí sola suponiendo que el pez gordo esté aquí y nos dejen reunirnos con él.
Razón número uno: soy una buena amiga, y una buena amiga no deja que vayas sola al
despacho de un club de striptease. Lexie está cegada por amor y no permitiré que tome una decisión de la que luego se arrepienta. Razón número dos: parece que todo esto va a ser muy divertido y no me lo perderé por nada del mundo. Guardo la solicitud de empleo en el bolso mientras Lexie me lanza una mirada asesina. Me encojo de hombros. Me quedo el formulario porque tengo curiosidad, no porque de verdad vaya a solicitar empleo. Creo.
Nos conducen a través de unos escenarios con las barras verticales de rigor en el centro, bajamos por un pasillo oscuro y llegamos a la puerta.
Esta conduce a... un despacho. Es bonito. Muy bonito. Es tranquilo y la luz natural inunda la sala a través de una hilera de ventanas. Debería de dar al aparcamiento porque estamos a una manzana del Strip, rodeados por hoteles rascacielos y trampas para turistas. En lugar de eso, tiene vistas a una especie de jardín. Parece como si hubieran levantado unos muros en una zona del aparcamiento para convertirlo en un patio exterior. El muro oculta las vistas más allá de las puertas de la oficina, así que lo único que alcanzo a ver es un jardín con flores y una fuente. Una puñetera fuente. Estoy muy decepcionada porque me había imaginado una habitación oscura con una iluminación pésima y un hombre con sobrepeso fumando un cigarro tras un escritorio mientras un par de matones se mantienen alerta, listos para protegerlo si fuera necesario.
Delante de nosotras hay una sala con sofás de cuero y un par de sillones. En medio, hay una mesa de centro de lo que parece madera reciclada con un diseño de espiga y un marco delgado de metal a modo de soporte. En la pared lateral hay un mostrador de café, con armarios de madera cubiertos por una delgada losa de mármol, una cafetera, botes de cristal con edulcorantes y barritas de granola alineadas en la encimera.
Y hay un escritorio. Solo uno.
Donde hay una mujer con curvas que debe de rondar los cincuenta. Sonríe encantada por nuestra llegada y hace que me sienta como si estuviese en casa de una amiga después de la escuela en lugar de en la parte de atrás de un club de striptease.
Para ser sincera, resulta un poco decepcionante. Pensé que la reunión sería un poco más dramática, pero parece que esta mujer regenta un club de lectura, no uno de striptease. Uno de esos clubes de lectura que solo hablan de libros con algunas escenas de sexo de pasada o, peor aún, sin nada de historias de amor. Puaj. Lexie no me necesita. Estas dos se pondrán a intercambiar recetas de olla de cocción lenta mientras le resuelven la vida a Rhys con la supuesta subasta.
Odio que no se me necesite.
—Soy Sally —dice la mujer, que se levanta de la mesa con una sonrisa—. ¿Queréis ver a Harry, señoritas? ¿Puedo ofreceros un café o agua antes de que entréis?
Harry. Vale, ahora sí nos entendemos. Harry suena a matón fumando un cigarro. Harry podría estar sentado en un despacho con luz tenue, olor a desesperación y con pinta de haber salido del plató de una serie de mafiosos de HBO.
—No, gracias —dice Lexie, rechazando la oferta con educación.
—Yo tampoco —añado. Sostengo en alto un vaso medio vacío de café helado y agito el hielo con una sacudida de muñeca—. Todavía estoy servida, gracias.
La mujer asiente y rodea la mesa. Hace un gesto hacia una puerta cerrada mientras camina. La abre y nos indica que pasemos. Le dice a Harry que hay dos señoritas que han pedido verlo. La
puerta se cierra con suavidad a nuestra espalda.
Esto es todo. El despacho. El pez gordo. No hay humo.
Ni matones.
¿Y Harry? No es quien esperaba. Ni siquiera por asomo.