—¿Qué has hecho este finde?
Es lunes y estoy en mi mesa, trabajando en el presupuesto de una boda para el próximo otoño. Me gustaría decirle al cliente que pueden conseguir el paquete entero a una escala mucho más pequeña y con más luces de neón en cualquier capilla de Las Vegas, pero me gusta tener trabajo, así que, en vez de eso, añado la cifra para llegar en globo aerostático, tal como me han pedido.
—Me casé con el tío sexy que vimos en recepción.
—Ya, claro. —Asiente—. ¿Tienes tiempo de hacer la reserva de las habitaciones para el evento de Swanson antes de almorzar?
Dejo de escribir y me quito los anillos que me he puesto junto a la alianza de boda para que no sea tan obvio que la llevo. Luego, alzo la mano para que Mark la vea y muevo los dedos.
—¡No puede ser! —Mark abre los ojos como platos, luego los entrecierra como si no terminara de saber si hablo en serio o si le estoy gastando una broma muy elaborada.
—Ya ves que sí. No se lo digas a Lexie, no lo sabe.
—Ah —responde. Abre la boca y la cierra sin decir nada. Asiento.
—Entonces —añade despacio—, ¿te has casado?
—Me he casado.
—Increíble.
—Ya te digo.
—¿Y qué vas a hacer?
—¿Qué quieres decir? —contesto con brusquedad, y me doy la vuelta para volver a ponerme los anillos—. El cincuenta por ciento de los matrimonios acaban en divorcio, no es como si la gente que se casa a propósito tampoco supiera lo que hace.
—Es una forma de verlo.
—¿Verdad que sí? —Golpeo el bolígrafo contra la mesa, emocionada por haber encontrado esa escapatoria—. Según las estadísticas, me encuentro en una buena situación, ¿no crees?
—Claro, claro. —Mark asiente como a los locos, siguiéndome la corriente.
—Lo tengo todo bajo control, Mark. La verdad es que he hecho la reserva de las habitaciones para el evento de Swanson hace una hora y te la he mandado por correo electrónico. Toma castaña.
Creo que el matrimonio me sienta muy bien. Por ejemplo, esta mañana he desayunado un plátano en vez de galletitas saladas con queso y le he mandado eso a Mark porque sabía que lo necesitaba antes de que me lo pidiera. Creo que he madurado esta semana. Resulta bastante satisfactorio.
—Gracias por el correo. Me ha gustado el enlace a la nueva paleta de sombras de ojos de Urban Decay.
—Ay, mierda. ¿Te he mandado el enlace que no era?
¿Por qué soy tan desastre?
—Sep.
Regreso al teclado, abro un nuevo correo para Mark y, esta vez, adjunto el enlace correcto. Copiar y pegar enlaces puede ser un fastidio, pero al menos no le he enviado un enlace a un vídeo porno. Aunque eso no pasaría nunca, pero solo porque no utilizo el ordenador del trabajo para ver porno.
—¿Qué diablos es esto? —Mark sostiene una de las insignias que preparé anoche para Lexie con una mirada de confusión.
No lo culpo, porque las insignias son bastante ridículas, si «ridículo» significara «alucinante».
—Insignias de logros para Lexie —respondo, y echo un vistazo al reloj. He quedado con ella para almorzar en diez minutos, así que debería irme. La cafetería para los empleados está a seis minutos de mi mesa porque este sitio es enorme—. Conseguir insignias la motiva a completar tareas de adultos —explico, aunque es obvio.