Llego a casa del trabajo y me cambio de ropa. Me acabo de poner una camiseta de tirantes y unos pantalones de pijama que Lexie confeccionó con una sábana vieja cuando oigo que llaman a la puerta. Creo que todos sabemos quién es.
—Menos mal que has venido —digo mientras abro la puerta—. Me alegro de que estés aquí.
La forma en que me ignoras es un tanto rara.
Le dedico una sonrisa descarada mientras lo miro de la cabeza a los pies. Madre de Dios, qué guapo está. Lleva un traje con corbata y todavía no tiene ni una arruga a pesar de ser el fin de la jornada laboral. Al verlo, me sonrojo de emoción y anticipación. Verlo hace que los cisnes que tengo en el estómago empiecen a nadar en círculos cada vez más rápido. No sé por qué, pero eso es lo que me provoca. El destino me ha hecho un gran favor poniéndolo en mi camino, eso te lo aseguro.
Sacude la cabeza de esa forma que ya me resulta familiar. Luego, me pone los ojos en blanco por si acaso.
—Mona —dice en voz baja cuando pasa por mi lado—. Muy mona.
Lleva una bolsa de papel marrón. De esas que te dan en los supermercados caros porque a los hipsters les encanta lo retro y el medioambiente. Harry no es hipster, así que supongo que compra en esos sitios porque los productos son de primerísima calidad.
—No dejas de decirme lo mucho que te gusto, pero luego desapareces. ¿No te parece raro? Deberías poner en orden tus asuntos antes de crearme complejos. —Sacudo la cabeza y cierro la puerta tras él.
—Ajá —murmura y se dirige a la cocina.
—¿Me has traído comida? Gracias al cielo, me muero de hambre. He almorzado una ensalada, que, por cierto, estaba asquerosa, y ayer me comí la última galletita salada con queso en la ducha.
Harry se detiene, a punto de dejar la bolsa sobre la encimera.
—¿Qué? —Me mira con los ojos entrecerrados, como si lo que he dicho no tuviese ningún sentido. Luego, somete mi ropa a un lento escrutinio—. Así que, estás en pijama y no tienes comida en casa. ¿Qué ibas a cenar, Payton?
—Mmm. —Arrugo la nariz y ladeo la cabeza—. No creo que sea una sorpresa para ti que no siempre piense las cosas detenidamente.
—Ya. —Dicho esto, deja el sobre de manila que tiene bajo el brazo en la encimera y comienza
a sacar el contenido de la bolsa—. Tienes que firmar esto, pero antes voy a preparar la cena y luego ya hablaremos.
Hay que joderse, qué rapidez. Al parecer, a mi marido no le falta iniciativa. La iniciativa es un rasgo útil cuando tienes que sacar la basura o montar un mueble, pero no lo es cuando intentas ganar tiempo para no anular tu matrimonio.
—La cena, hala.
—Soy un hombre muy ocupado, Payton. Puedo hacer varias cosas al mismo tiempo.
—Por supuesto. Y tenemos que hablar. Claro que sí —respondo con despreocupación mientras observo de reojo el puñetero sobre—. Tenemos muchas cosas de que hablar.
—Supongo que no tienes que ir a ninguna parte esta tarde, ¿no? —pregunta, y vuelve a mirar mi indumentaria. Llevo mi pijama hecho con sábanas favorito. Lexie usó unas sábanas vintage con un estampado de flores de colores vivos para los pantalones. Son superfeos. Los he conjuntado con una camiseta de tirantes gris con un mensaje que dice: «Solo quiero un abrazo» bajo la silueta de un puercoespín.
—Nop. —Sacudo la cabeza y muevo el sobre con el dedo. Es grande, del tamaño de una hoja de papel.
—¿Estás segura? ¿No quieres comprobar tu agenda? No me gustaría nada que tuvieras que volver a salir por patas sin sujetador.