Flores invernales (II)

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Tres días marcaron el encuentro inevitable. Había llegado sigilosa y, abalanzándose sobre una carreta y devorando los caribúes, anunció su llegada.

Los aldeanos esquivaban como podían las patas de Pandora, huyendo de sus garras, haciendo uso inútil de sus armas. Klog, que estaba entre los primeros de la marcha, corrió hacia donde se encontraba el animal y le lanzó su hacha desde lo lejos, que se clavó en un ojo de la bestia.

Pandora soltó un alarido escalofriante, pero sacudió su cabeza y el hacha cayó al suelo a la vez que la herida se le sanaba. Miró rabiosa a su atacante. Una lluvia de flechas desvió su atención. Se le encajaban en el lomo, la cola, las orejas, sin embargo, más que dolor le enfurecían.

— ¡Linces a mí! —Llamó Jaco a los lanceros.

El lince ahora prestaba atención a los arqueros y Jaco aprovechó para encestarle unas cuentas lanzas. Pandora soltó otro alarido, irritada.

Miles de sogas cayeron sobre el cuerpo de la bestia dirigidas por Amance (20 años) y Osmi (17 años), ambos hijos de Klog. Los perros de Tato se apresuraron en morderle las patas, vientre, cola; allí donde pudieran encajar los colmillos. Los arqueros se acercaron, entre ellos Vede y Blanca la partera, apuntado a la nunca de la bestia.

Los ojos de Pandora centellearon. Las cuerdas se pudrieron de la nada y se soltaron.

El lince se puso de pie sacudiéndose y aplastando con sus patas a todos los que estuvieran cerca. Tato ahogó un grito al ver que sus perros se encontraban en peligro. Pandora estaba fuera de sí. Azotó con sus garras a cuanto aldeano encontrara. Mordía, gruñía, ignoraba los ataques.

Vede, herido en un brazo, arrastraba el cadáver de Gina. Ala corría de un lado para otro gritando el nombre de su hermano. Klog le lanzaba al animal cuanto objeto puntiagudo veía y los más valientes se atrevían a acercarse a Pandora, pero todos terminaban mal heridos o muertos.

Entonces un graznido hizo que Pandora centrara su atención en el cielo. El fénix se abalanzó sobre el lince que quedó boca arriba, indefenso. La oscuridad y la luz volvieron a encontrarse en un baile mortal.

Los rápidos ataques del fénix aturdían al lince, desesperado. Pandora sucumbiría ante la llameante Dyagna.

...

Aren se desconectó de Jordrao, cansado de mirar el espectáculo sin poder hacer nada. Empezó a caminar de un lado para otro.

— Vencerán —Consoló Jordrao—. Esta reencarnación de Pandora, por llamarla de alguna manera, es mucho más débil que la original. Antes, el lince era un animal temerario que atacaba desde las sombras, tan ligero y sigiloso que solo una chica entre un millón pudo acabar con él. Las nuevas versiones de las bestias parecen nacidas de la desesperación de Balthajar más que de otra cosa. Además, tu gente está más preparada y organizada... Joven Aren, ¿me está escuchando?

— ¡Debí haber ido también! —Soltó frente al semidiós.

— Joven Aren...

— ¡Mis hermanos podrían morir!, ¡mi padre podría morir!, ¡todos podrían morir! ¿Y yo qué hago mientras tanto?, ¡yo, que tengo más poder que cualquier aldeano!

— Aren...

— Me siento inútil de nuevo.

— Aren, me estoy muriendo —Logró decir Jordrao, aguantando el dolor que por días lo iba carcomiendo.

Aren se dio cuenta de que su actitud había sido inapropiada.

— Lo siento, mi semidiós, es solo que...

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