Hielo y fuego (III)

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La caverna que había servido de refugio a Sore durante muchos años fue invadida por los guerreros de Tierra Nevada, aquellos que vaciarían la última reserva de hierro lunario.

El fuego ardió en las forjas que los herreros habían improvisando, haciendo sonar el martillo contra el yunque. Calentar, templar, fundir; forjar es un arte.

Los terranos se mantenían en constante movimiento preparando el metal, ensamblando tantas hachas, lanzas, flechas y cuchillas como podían; alistándose para lo que les esperaba.

— ¡Miren, desgraciados! ¡Este hierro es tan valioso como un hijo! —Exclamó Mohuy sosteniendo un pedrusco ante los demás herreros en medio del calor de las fraguas— ¡Los quiero a todos azotando cada centímetro de lunario que encontremos!

Desde lo más profundo de la caverna hombres y mujeres con la fortaleza suficiente para sostener el martillo de herrar, rugián junto con las llamas. Daban forma a hojas brillantes y filosas, capaces de cortar la noche.

Más arriba y cerca de la entrada, algunos terranos descansaban después de horas seguidos de ajetreo.

— Es demasiado hierro —Comentó Ala sentada sobre una caja.

La brisa que chocaba contra los árboles hasta inundar la entrada de la caverna le ayudaba a olvidar todo el humo de las fraguas.

— Nunca será suficiente, es el único lunario en todo el mundo —Le corrigió Sore, de pie junto a ella.

Acariciaba los cortos cabellos de Ala mientras detallaba en la trencita. Los adornos que la componían llevaban siglos en la familia de ellas.

— De nada nos servirá todo este hierro si no llegamos al Gran Blanco en menos de una semana —Recordó Jaco, integrándose a la conversación.

Venía de recolectar lunario para los herreros. Tenía las manos manchadas (Brillosas) y magulladas, pero no se quejaría ni aunque se estuviera desangrando. Un cazador de verdad no protesta nunca por una herida, ni siquiera por el arañazo más profundo de un lince.

Ala frunció el ceño.

— Pensé que habías ido con Tris a recorrer el terreno.

Ahora que el Bosque de las Voces ya no estaba habitado por las almas en pena los terranos podían vagar en él a merced. Tanto años ignorándolo despertaba la curiosidad de los recién llegados.

— Soy más útil aquí. Klog y los demás líderes lo acompañaron. Más que explorar los alrededores creo que volvieron a inspeccionar el Avalancha; Tris está considerando navegarlo.

— ¿Navegarlo? —Se espantó Ala— Es una locura.

— No del todo —Contradijo Sore—, si avanzáramos con la corriente llegaríamos más rápido. Recuerden que el río muere justo donde empieza el Gran Blanco.

Ala negó con la cabeza.

— No vinimos preparados para un cambio de planes tan brusco. Ya está terminada la mayoría de las armas y...

— Ay, mi Ala —Suspiró Sore—, testaruda como un oso. No hay nada que temer del Avalancha.

— No le tengo miedo a un río —Espetó Ala.

Jaco puso los ojos en blanco.

— Lo que quiso decir mi hermanita es que nuestro pueblo no tiene cultura marítima. Perderíamos mucho tiempo.

— Al contrario, Jaco, llegaríamos en el momento preciso —Comentó Tristán dirigiéndose a ellos, seguido por los demás líderes.

Klog se adelantó.

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