El paso de las estaciones (I)

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(Un año después)

Aren abrió los ojos y pegó un brinco del susto.

— ¡Odio cuando hacen eso!

Vycelda y Vice rieron a carcajadas. La broma de mirar fijamente a sus hermanos mientras dormían con caras tan tétricas que tendían a espantarlos cuando despertaban era bien conocida en la familia. Eran unas gemelas muy intranquilas de rostros alargados y grandes ojos castaños al igual que el cabello, que por ese día visitaban el Sauce de Campanillas.

Echaron a correr divertidas y temerosas de que Aren las quisiera perseguir. No lo hizo, se levantó del césped con tranquilidad (Aren dormía en el suelo) y fue al encuentro de Jordrao. Pese al susto prometía ser un buen día.

Aqua se le acercó en el camino.

— Joven guardián...

— Aqua... ahora no puedo atenderte, digo, voy a ver a Jordrao.

— Oh, no hay problema, solo que como ya no tienes lecciones conmigo (Ni con ninguna ninfa en general) casi no te veo...

Aren sonrió nervioso.

— Bueno, vivimos en el mismo lugar.

Aqua se sonrojó, un poco avergonzada. ¿Acaso Aren no captaba las indirectas a propósito?

— ¡Por cierto! —Apresuró a decir Aqua, pues Aren parecía tener prisa en despedirse— Me alegra mucho saber que Vede (Actual hijo mayor de Klog) y Sita (Otra hermana de Aren) estén entre las aldeanos que llegarán.

— Gracias y... ¿sabes qué? Cuando termine mis lecciones con Jordrao iré a verte, quizás hablemos un rato.

El rostro de Aqua se iluminó; asintió enérgicamente con la cabeza. Aren le sonrió a modo de despedida. Continuó su camino que, en realidad, consistía en darle la vuelta al anchísimo tronco.

— Buenos días, mi semidiós —Saludó Aren

— Joven guardián, ¿cómo lleva el día? —Correspondió Jordrao.

— Vine directo para acá.

— Veo que la última lección ha captado tu atención.

— Sí, mi semidiós. Aunque quisiera hacerle una pregunta antes.

Jordrao puso cara de curiosidad, pues Aren parecía incómodo.

— ¿Las ninfas pueden enamorarse?

Jordrao sonrió divertido.

— Pueden, ¿lo dices por alguna ninfa en específico?

— No quiero hablar sobre ello.

Aren se sintió estúpido, si no quería hablar del tema para qué lo había iniciado.

— Está bien. Sí, las ninfas pueden enamorarse, casi nunca son correspondidas y cuando lo son deben ver a su amado envejecer y morir. El amor es como un castigo para ellas. ¿Has sufrido por amor alguna vez, joven guardián?

— Más de lo que podría expresar.

Instintivamente el chico pensó en Hylena. Nunca olvidaría su piel, su aroma, sus ojos azules...

— Entonces sabrás que a veces debemos dejar ir, aunque nos parezca imposible. Para encontrar la verdadera felicidad debemos valorar lo que tenemos o tendremos; aprender a experimentar.

— O entender que ya no podremos vivir sin aquello que dejamos ir —Murmuró el chico.

— Mmm, te refieres a seguir adelante sin superar, solo aceptando.

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