El inicio del fin (III)

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¡Alguien interrumpa la conexión! -Escuchó gritar a Aqua antes de entrar en transe.

Cientos de arañitas invisibles le escalaban el cuerpo poco a poco. De repente, como si les hubieran dado una señal para proceder, todas clavaron sus colmillos en la piel de Aren al mismo tiempo. Jordrao, Aqua, la nieve, hace rato habían desaparecido, dando lugar al vacío oscuro y eterno.

Aren no podía moverse, ni hablar, y lo peor de todo, ni pensar. Allí era esclavo del abismo, su derecho a la humanidad estaba reducido a ser un monigote, un títere. En ese estado las imágenes llegaron hasta él, primero borrosas y luego bien nítidas.

Por aquí y por allá aparecían los recuerdos de Balthajar. Cada uno, hasta el más feliz, guardaba un poco de dolor. Presenció su niñez solitaria, cómo crecía su odio inexplicable y la acción que daría inicio a todo hace dos años.

- ¡Oh, pobre niñato incapaz! ¿Por qué, Tristán?, ¿por qué no fuiste capaz de proteger a tu hermana?

Balthajar era entonces una serpiente que se arrastraba por las sombras. Levantó su cuerpo justo detrás de Tristán, quien temblaba mientras golpeaba con desesperación el hielo.

- ¡Sigue golpeando el hielo, infeliz! ¡Eso!, ¡atrae la atención de las almas en pena y acepta tu pobre destino!

Tris no parecía tener intenciones de detenerse. Su rostro había adquirido un gesto extraño, pero continuaba desatando su furia con los puños.

De entre la niebla que los rodeaba apareció una persona. Era Ala. Gritó el nombre de Tristán, él no la oyó a pesar de todo. Ala cayó en la cuenta de que lo estaba haciendo el muchacho y sin lograr pensar en una solución mejor se abalanzó sobre él y lo arrastró hasta la nieve.

- ¡No!, ¡no dejes que te lleven o tu hermana se verá perdida!

<<Hylena -Comprendió Aren>>.

Su aroma, sus ojos, su piel...

<<Hylena...>>.

...

El aire gélido jugueteaba con su larga melena mientras contemplaba la noche estrellada. Él podría admirarla por horas, sin aburrirse, sin interrumpirla.

- Ho-hola -Saludó Aren tímidamente.

Hylena bajó la mirada del cielo. Un escalofrío recorrió el cuerpo del chico, pues Hylena no decía nada y creyó haber cometido algún error en su saludo. Pero la joven sonrió.

- Tú eres Aren.

El chico, rojo como la sangre, asintió con la cabeza evitando el contacto visual.

- ¿También te gustan los cielos brillantes?

- ¿Qué?, ¡no! ¡Solo estaba...

Por poco decía que estaba evitando mirarla. Sin embargo, lo que hizo que dejara de hablar fue la decepción que afloró en el rostro de la joven.

- Yo... estoy acostumbrado a cielos como este... de donde vengo así son todas las noches.

Hylena volvió a sonreír, explotando el corazón de Aren, y con un gesto de la mano lo invitó a sentarse a su lado. El chico deseó que no se notara el temblor de sus piernas mientras se acercaba.

- Tus... ¿tus cielos no son así?

Hyna negó con la cabeza.

- Son silenciosos, pero vacíos. En cambio este está lleno de vida; forma parte de algo fuera de nuestro control, más grande y hermoso. Desde aquí parecerá un espacio oscuro reinado por pequeños puntos pálidos, ¿y si desde allá arriba los pequeños somos nosotros? Es misterioso y bello, sencillo y maravilloso... ¿cómo no admirarlo?

La profecía ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora