El Templo de Piedra (III)

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Todo ocurrió en un instante. Ni siquiera hubo tiempo para la vergüenza cuando Tris entró frenéticamente en la habitación y, asegurando que debían irse lo más rápido posible jaló a su hermana, tan pronto terminó de vestirse, por los pasillos más oscuros del lugar. Para bien o para mal, nadie los vio escapar.

— ¡Tris, háblame! —Suplicó su hermana mientras corrían.

— ¡Mamá tenía razón! —Exclamó Tris— ¡Odio a las personas, hermana!, ¡no sabes cuánto! ¡Que imbécil he sido!

— Tris, no te entiendo.

— Hyna, te quieren matar.

A Tristán se le quebró la voz con esta última palabra y antes de darse cuenta se le aguaron los ojos.

— Escuché una conversación entre Ala y Klog sobre que planeaban matarte. Ala se opuso, pero Klog le dijo que no había escapatoria.

— Tris...

— ¡Ellos no conocen estos atajos! Saldremos de aquí y estarás a salvo. Madre y tú son mi mundo, ¡y no me importa lo que crea la gente! Vas a llegar a ser una mujer y te casarás con un cazador fuerte y envejeceremos juntos.

— Tris... quizás sea lo mejor.

— ¡No, maldición! Tu muerte no solucionaría nada, lo sé. Debemos vivir.

Los tropiezos fueron pocos durante la carrera. Tris no soltó la mano de su hermana en ningún momento y con una suerte desconocida lograron salir del templo justo cuando se escuchaban los mandatos de "¡Búsquenlos por todas partes!". Solo los pinos que crecían muy juntos los vieron adentrarse en el bosque sin noción de una dirección concreta.

La luna se ocultó tras una nube y la claridad les abandonó. Miles de ojos invisibles se posaron sobre ellos.

Hyna, un poco agotada y con la necesidad de organizar sus pensamientos, se detuvo de golpe, casi que revolcándolos en la nieve.

— ¿Qué te pasa? ¡Debemos continuar!

— No, Tris, no estás actuando con lógica y yo, necesito descansar y asimilar lo que está sucediendo.

Pero al instante unas luces los aparecieron en la lejanía, seguidas por gritos que clamaban sus nombres.

— ¿Cómo nos encontraron tan rápido? —Se preguntó Tris.

— Ya rindámonos, hermano —Pidió Hyna acercándose a este—. Tris, estoy cansada de correr, de soportar, de vivir y... no importa el camino que tomemos, nos llevará al mismo lugar.

Cuando iba a rodearlo con sus brazos un graznido los puso en alerta y un par de alas blancas se perdieron entre los pinos.

— Un búho... —Murmuró Tris, a la vez que volvía a sujetar con fuerza la mano de su hermana—. Queda una salida.

Si bien parecía una locura, era la única opción.

Fieles vigías, indiscutibles conocedores de los caminos. No olvides buscarlos cuando estés perdido.

Tris no creía en las coincidencias.

Durante los próximos minutos ignoraron las voces que los llamaban. Cada vez que perdían al animal de vista se detenían a escuchar y al graznido retumbar, volvían a correr tras él. Toda la atención de Tristán estaba centraba en perseguir al fantasmal ave mientras Hylena, más observadora, notó como la niebla se tragaba las luces lejanas y que los pinos parecían cada vez más juntos. El silencio era tal que las pisadas, jadeos y aleteos del animal se escuchaban claramente, provocándole escalofríos a la joven.

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