El despertar (III)

19 4 0
                                    

Despertar a Tris es difícil, pero la onda lo consiguió. Ya incorporado sobre la cama y con los ojos acostumbrados a la oscuridad, distinguió la silueta de su maestro recostado en la ventana, mirando hacia afuera.

La chimenea ardía vagamente.

— ¿Qué fue eso? —Preguntó el chico.

— Algo poderoso ha despertado —Respondió Theo con tranquilidad—, a menos de que Balthajar haya adquirido la capacidad de revivir los seres místicos que ya invocó una vez, podremos tomarlo como una buena señal.

—¿Balthajar invocó seres místicos?

— No exactamente, pero tu gente conoce la historia o una versión de ella. ¿Te suenan de algo las tres grandes bestias?

Theo se sentó en una silla cercana y clavó la mirada en Tris, que se acomodó entre las pieles.

— Pues, según la Historia de la Creación, cuando descendimos a este mundo no estaba deshabitado, sino que era reinado por tres grandes bestias: El Némesis, un oso del tamaño de una montaña; Pandora, un lince tan rápido como el viento; y Urano, el búho invisible —Recordó Tristán—. Los tres tenían el corazón tan congelado que nos tomaron como una plaga a eliminar.

>> El Némesis murió en manos de un herrero corpulento y de largas barbas que le separó la cabeza del cuerpo con un hacha; solo la chica más delgada y veloz pudo matar a Pandora con una rama larga y de punta afilada, y Urano pereció ante una flecha clavada entre los ojos, disparada por un niño de vista prodigiosa.

— Muy bien, muy bien. Nadie debería olvidar nunca a las tres grandes bestias.

— ¿Existieron realmente?

— ¡JA!, ¿no ves a dónde quiero llegar? Ese relato es el único que guarda un poco de verdad. Sí, las tres bestias existieron y fueron las que marcaron a tu gente como un pueblo de cazadores. Solo que en realidad eran bestias oscuras. Te explico: Con su padre muerto, madre encerrada y hermanos acabados, Balthajar empezó a maquinar la destrucción de los mortales. Némesis, Pandora y Urano fueron sus tres maravillosas creaciones. Como le molestó verlas morir.

— Entonces, ¿sí existieron los Cazadores del Primer Invierno?

— ¡Claro que existieron! Polo, el Jefe Oso; Hylena, la Ventisca y Balo, el Niño Dios. Yo mismo tuve el placer de conocerlos, a sus hijos y a los hijos de los hijos. Todavía hoy la sangre de los Cazadores del Primer Invierno prevalece en algunas viejas familias ¡No me preguntes sobre ello!, hace mucho que nadie se acuerda de tal descendencia.

— Pero tú te acuerdas, maestro, ¿verdad?

Theo puso cara de sorpresa y se limitó a sonreír maliciosamente.

El resto de la noche Tris se la pasó meditando junto al río. Había perdido el sueño y, lejos de sus enérgicos entrenamientos, esta práctica era la única que desarrollaba sus poderes como semidiós. Solo el canto de la corriente acompañaba su concentración afónica, la misma corriente que tiempo atrás lo hubo despreciado y sacudido con sus aguas.

Parte chistosa de aquel momento: En los días venideros a la llegada de Tris, el río arrastró los restos de la canoa hasta encallarlos cerca de la casa de Theo. ¿A modo de disculpa? Podría ser.

...

— ¡Jaja!, ¡ha llegado otro pedazo de la embarcación! —Exclamó Theo pateando la madera desbaratada— ¡El Avalancha me está motivando a reconstruir esta vieja canoa!

En efecto, así lo haría.

...

Tris respiró hondo, ajeno a los acontecimientos que sucedían a su alrededor y a la vez pendiente a cada mínimo sonido. El viento que mecía las ramas secas de los árboles, las aguas frías que continuaban su curso incontrolable y la nieve que ocultaba los caminos; Tris se tornaba todo eso y más.

La profecía ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora