vingt trois

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Advertencia: menciones de suicidio y depresión (los párrafos en donde esto se encuentre expresado serán previamente señalados al principio y al final con un asterisco).

A lo largo de los siglos, el tema de la amistad ha sido abarcado incontables veces por parte de los filósofos, en su afán por entender a la humanidad y su relación con el otro.

Nietzsche expresó una vez que nuestro mejor amigo era, en realidad, quien menos creeríamos: nuestro peor enemigo. Él planteó que uno puede reconciliarse amistosamente con el enemigo e incluso valorarlo por sobre un amigo. Aquel opuesto de nosotros mismos nos conoce quizás mejor que cualquiera de nuestras amistades, y es este el motivo por el cual posee la capacidad de señalar nuestros defectos y ataduras. Por ende, lo rechazamos. Nietzsche considera que al tener un enemigo, nos permitimos reafirmar la particularidad de la existencia singular.

Sin embargo, Aristóteles decía que existían tres tipos de amistad: por placer, por utilidad y por virtud o perfecta. Las dos primeras se dan al situarse como eje de dicha relación el provecho que podemos sacar de la otra persona, abarcado por emociones mezquinas, dependiendo siempre de un elemento exterior para mantener viva esta unión. Otro motivo, como el deseo y placer, se enfocan en la búsqueda mutua de satisfacción, sin esencia mayor que esta. En su contraparte, la perfecta se basaba en una relación más ética, teniendo como motivo central para entablar amistad con el otro su forma de pensar, ser y vivir, sin tener en cuenta la clase de beneficios que pueda obtener o qué deseo seré capaz de satisfacer estando a su lado. Según Aristóteles, esta amistad perfecta se da cuando vemos más allá de nosotros, y buscamos obrar y entregar todo por el otro, siendo posible de lograr cuando está acompañada de la semejanza y reciprocidad. En otras palabras, el filósofo intentaba expresar que "mi amigo es mi otro yo".

A veces, esa clase de pensamientos me obligaban a analizar algo que, en su forma más sana y lógica, debía dejar que fluyera con naturalidad. Sin embargo, me resultaba imposible no pensar en el tipo de amistad que tenía con ciertas personas en particular, y en qué categoría filosófica estaba dispuesta a encasillar nuestra relación. La primera persona con la que experimenté lo que define a una amistad perfecta, fue Oh JinWoo.

Cuando conocí a JinWoo, no era nada más que una niña apagada, sumida en constante maltrato. La pérdida de mi familia, años después de conocernos, nos separó durante un tiempo. Vivir con la familia Park en Busan fue toda una experiencia nueva y sanadora, pero no tuve la oportunidad de volver a compartir un mismo espacio con mi mejor amigo, sino hasta cumplir los quince años, cuando trasladaron al Sr. Park a Seúl. JinWoo, en ese entonces, estudiaba allí en uno de los Institutos más prestigiosos. Sin embargo, con tal de estudiar junto a JiMin y a mí en uno más estándar, decidió pedir que lo trasladaran lo antes posible.

Durante todos esos años, desde que nos conocimos y en lo siguientes años, JinWoo fue la persona que estuvo allí en los momentos más escabrosos. Él era increíblemente especial en mi vida, y busqué entregarle todo lo que alguien tan destruida como yo podía ofrecer.

En ese preciso momento, mientras lo escuchaba reírse o decir cosas sin sentido desde el otro lado de la línea, completamente ebrio e incoherente, recordé lo mucho que había extrañado su voz, la forma absurda en la que solíamos bromear, y el cariño tan puro como si fuésemos hermanos. Luego de que JiMin falleciera, y meses después apareciera Vaeros, no había tenido tiempo de sentarme a charlar con JinWoo sobre todo ello. Poco a poco, y sin percatarme de ello, me había alejado de la persona que cuidó de mí desde siempre.

─¿Quisieras explicarme qué es tan gracioso? ─cuestioné, intentando mantener un tono firme. La pequeña sonrisa que se formó en mi rostro fue la indicadora de la alegría que me provocaba escucharlo tan relajado, después de meses bastante tensos entre ambos.

v ; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora