six

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Examiné visualmente a Vaeros por largos minutos. El mesero posicionó nuestros cafés en la mesa y, luego de una ligera reverencia, se marchó. No acostumbraba a visitar cafés durante la noche, pero esa vez había accedido a hacerlo luego de que miles de preguntas atacaran mi cabeza de forma insoportable. Aquella confesión que me había hecho una hora atrás retumbaba en mis pensamientos: "... estoy presente en su cometido, y muchas veces, también soy el causante de ellos" ¿Qué diablos había sido esa respuesta? ¿Qué rayos significaba exactamente? Necesitaba más que eso, y con ese fin, le había exigido una explicación. Pero, obviamente, Vaeros me puso una condición para hacerle hablar: tomar un café con él en su lugar favorito.

Le Café de nuit —le oí decir, mientras bebía su café y examinaba el ambiente.

—¿Qué...? —murmuré, confundida. Él sonrió ladino, sin apartar los ojos de los cuadros colgados como decoración.

—Este lugar se llama y luce como la pintura de Vincent van Gogh... "El café de noche" —me contó, apuntándome hacia uno de los cuadros. Miré en esa dirección, encontrándome con la bella pintura mencionada. Vaeros decía la verdad, pues el lugar intentaba ser una réplica de aquél bonito café en Arlés, Francia, pintado por el habilidoso Vincent van Gogh. Sonreí fascinada al darme cuenta de aquello.

—Eso es asombroso... —comenté, dándole un pequeño sorbo a mi café. Se sentía ciertamente extraño compartir una conversación o al menos una situación amena con él, teniendo en cuenta que lo había conocido de la forma más tétrica posible y que, hasta ese momento, no podía encontrarle una explicación a todo. El silencio abordó la situación, siendo los ruidos ajenos quienes adornaban el ambiente. Me removí incómoda en mi sitio y carraspeé, observando a Vaeros con cierta severidad, mientras él lucía sumamente relajado bajo las tenues luces del establecimiento —. Nos salimos del tema. Sólo estoy aquí porque necesito respuestas... y porque no puedo escapar de ti, claro está —suspiré, logrando que él sonriera de una manera arrogante ante mis palabras —. Me dijiste que, si venía aquí contigo, me dirías todo.

—¿Qué quieres saber, querida HeeSook? —ladeó la cabeza mientras lo preguntaba, logrando hacer que entrecerrara los ojos.

—Bueno... todo —solté una risa ante la obviedad del asunto, mirándolo en busca de las respuestas que necesitaba. Sabía que estaba intentando burlarse de mí, y pronto dejaría de lado mi respeto hacia él generado por mi miedo latente si seguía con su juego —. ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué... no me dejas en paz? —solté de forma rápida apenas la mitad de preguntas que tenía para él. Aquella sonrisa de él, juguetona y macabra, volvió a brillar más que nunca. Sus ojos destilaban una oscuridad casi tan plena como la del café que consumíamos ambos, y sólo pude enfocarme en su aura densa por un momento. Se inclinó en mi dirección, indicándome con el dedo que debía acercarme más, como si lo que estaba por revelarme se trataba de algo demasiado difícil de narrar en público. Acercó su boca a mi oreja, y su cálido aliento me causó escalofríos tremendos.

—La verdad es que no te dejo en paz porque... —musitó, haciendo una pequeña pausa. Tragué con fuerza ante su oscuro tono —... me encanta molestarte —finalizó, mordiendo el lóbulo de mi oreja. Lo aparté de mí mientras soltaba un quejido algo apagado, viéndolo carcajearse ante su cometido. Le lancé una recelosa mirada mientras sobaba mi oreja y bufaba con frustración —. Está bien... te diré la verdad.

—Sí, gracias, qué atento eres —solté, sarcástica.

—Pero... —el aviso en su tono me alarmó. Otra vez comenzaría con sus juegos.

—¿Pero...?

—Debemos finalizar nuestra cita —sonrió, apoyando su mentón en la palma de su mano mientras me miraba con cierta diversión. Por primera vez desde que lo conocía, no sentía que detrás de su voz hubiese alguna macabra intención.

v ; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora