vingt-deux

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Jamás había visitado Daegu, y ni hablar de sus zonas más rurales. Si podía definirlo en pocas palabras, se trataba de un paisaje encantador, y no quería mencionar lo obvio, pero el aura era completamente distinta a la agitada Seúl. Aquello me arrebataba una sonrisa de tan sólo pensarlo. Mi ciudad natal no era la capital, por ende, extrañaba bastante ir de paseo por lugares que me recordaran a éste.

Vaeros y yo charlamos bastante lo que restó del camino luego de nuestra parada en la gasolinera, pero no resultó tan incómodo como pensaba. A decir verdad, prefería que ambos no gastáramos energías en algo que aún tenía que procesar, y que podría preguntar cuando fuese el momento adecuado. Mientras, disfruté de la vista y los pequeños comentarios dichos por él, explicándome algunas curiosidades sobre el lugar que lo vio crecer. Me parecía fascinante escucharlo y darme cuenta de que, después de todo, había sido un niño como cualquier humano, claramente con peculiaridades, pero tenía recuerdos bellos a pesar de sus dificultades para sobrevivir.

Pensé que el antiguo hogar de Vaeros sería similar al mío, o quizás un poco más lujoso, ¿pero un terreno enorme sólo para ellos? Ni siquiera se me pasó por la cabeza. A decir verdad, había errado en creer que vivirían en un vecindario común y corriente. Estábamos hablando de una familia conformada por demonios, y un híbrido que creció con inestabilidad, por consiguiente, debían ser discretos, o al menos, eso fue lo que me imaginé mientras veía cómo se abrían las dos enormes puertas de madera de la entrada.

Vaeros estacionó un poco lejos de la casa, dándonos la oportunidad de caminar un par de metros antes de ingresar. El aire fresco golpeó mi rostro al bajarme, haciéndome respirar hondo y logrando que una sonrisa invadiera mi semblante. Desde lejos, distinguí que el hogar de Vaeros era fascinante: se trataba de una hanok, pero remodelada para ser lo más moderna posible. Era inmensa, respetando la esencia de las tradicionales casas coreanas, pero agregándole un toque personal y muy llamativo. Desde el exterior, ya lucía ostentosa y despampanante.

Desde la puerta principal emergió la figura de Lilith, con una alegría que se notó desde el momento en que nos pudo visualizar. Caminó rápidamente hacia nosotros, siguiendo el mismo camino de piedras. Dejé que Vaeros se adelantara, y ambos se recibieron con un abrazo cálido y muy emotivo para ella. Era innegable cuánto lo adoraba. Se notaba en su voz, en la forma en la que lo llamaba "hijo" con tanto cariño en su tono, y en la manera en la que lo estrechaba como si fuese un recién nacido que necesitaba su protección. Aún me continuaba fascinando el hecho de que una demonio pudiese sentir algo tan puro por otro casi semejante.

─Estoy tan contenta, realmente han venido ─comentó ella, ahora dirigiéndose a mí para poder estrecharme entre sus brazos. La recibí con algo de sorpresa, pero sin negarme a aquél contacto tan repentino. Todavía me costaba asimilar que su familia, y sobre todo su madre, eran abiertos a darme la bienvenida como un miembro más, y se mostraban muy agradables en todo momento ─. Gracias por aceptar, HeeSook. Vaeros jamás deja Seúl para venir hasta aquí... Está claro que necesitaba un pequeño incentivo ─me guiñó un ojo con complicidad, logrando una cómica reacción por parte del mencionado hombre. Lo observé mientras ambas reíamos, notando lo ligeramente avergonzado que se encontraba. Era extraño viniendo de alguien como él, pero agradable de ver ─. Pasen, ya encargaré que suban sus maletas. Siéntete como en casa, querida ─me indicó ella, dando media vuelta para caminar hacia la entrada.

Vaeros y yo caminamos a la par, siguiéndola, en un silencio repentino entre ambos. Su semblante era tranquilo, quizás estando en paz con el detalle de que, por lo menos aquí, era una zona libre y muy segura para que conviviera entre su gente. Después de todo, seguramente se le complicaba disimular en una ciudad tan habitada como Seúl, y cuidar de cada detalle se hacía un trabajo tedioso. No tendría que preocuparse demasiado y, de darse lugar a visitas indeseadas, tendría el pase libre para resolverlo a gusto, acompañado por gente de muchísima confianza y, claramente, de capacidades impensables para mi mundana mente.

v ; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora