trois

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─¡Do HeeSook!

La voz de JinWoo me trajo a la realidad como una bofetada. Algo desorientada, lo miré y pude encontrarme con su ceño fruncido y sus ojos llenos de irritación ante mi comportamiento. Suspiré algo desanimada e intenté darle una inocente sonrisa (que apenas pude formular) para que perdonase mi indiferencia ante su persona.

─Perdón... ─murmuré, pasando mis dedos por mi cabello y suspirando en el proceso ─. No duermo nada desde hace dos días. Lo siento, Jinie.

─¿Sigues sin dormir bien? ─preguntó con curiosidad una de mis compañeras, YangMi. Se acercó y acarició cuidadosamente mi cabeza, observándome con pena─. Ya vas una semana sin dormir bien...

─¡Dijiste dos días!─exclamó JinWoo, lanzándome una mirada repleta de indignación. Parecía que en cualquier momento podría enloquecer por mí y mi encubrimiento de mi propio estado deplorable. Y no lo culpaba, yo me veía casi como un muerto caminante. El enigmático V no dejaba de atacarme en sueños, y cada vez parecía divertirse más absorbiendo mi vitalidad y viéndome suplicar para que todo termine.

Hace días, mis ojeras, tan oscuras y prominentes, eran la señal de mi lucha por dormir cada noche. A todo eso se le sumaba mi falta de apetito, mi palidez y mi aislamiento mental de la realidad. V estaba logrando entrar en mi ser cada vez más, había tomado el control de mi vida y estaba jugando placenteramente con ella. Mi rendimiento en el trabajo también se había vuelto penoso. Mis compañeros me ayudaban como podían, pero yo estaba colmando la paciencia del jefe, quien insistía en darme vacaciones. Podía entender aquello también, pues una investigadora del departamento de casos especiales de la Policía de Seúl debía estar en sus cinco sentidos y contar con cierta estabilidad de la que yo a veces carecía.

─Agente Do ─escuché la firme voz de mi jefe llamándome, por lo que me puse de pie con rapidez e hice una reverencia en su dirección.

─Sí, Señor.

─Quiero avances en el caso Kim para el viernes ─sentenció, y luego se dedicó a examinar mi rostro con cautela. Yo solamente asentí sin decir ni una palabra─. Luego de eso tendrás unos días de vacaciones ─me anunció, siendo portador de una firmeza que no me atreví a cuestionar─. Tal vez la semana entera...

─Sí, Señor... ─repetí, en un tono apagado.

Aún con la cabeza gacha, esperé a que se retirara mientras la pena cruzaba por mi cuerpo. Me sentía realmente inútil, como una molestia constante en mi propio lugar de trabajo. Luego de que mi jefe abandonara la habitación, me desplomé sobre mi silla de nuevo, apenas teniendo las fuerzas necesarias para poder continuar de pie unos minutos más. YangMi tambaleó sus huesudas caderas hacia la máquina dispensadora de agua caliente y volvió de la misma forma con una taza de té en las manos. La posó sobre el escritorio frente a mí y me indicó con la cabeza que la tomara, con una mirada que destilaba maternidad pero firmeza, justo como las que mi madre solía darme, con una dulzura única y característica de las progenitoras. Mientras yo me llevaba la taza de té a los labios y le daba un trago, sentí la mano de YangMi acariciando con delicadeza mi cabello, y simplemente quise llorar por un momento. Me sentía miserable y débil, aunque tal vez lloraba por estar sintiéndome protegida y contenida, por el simple hecho de que me aterraba perder aquello.

La mirada de JinWoo perforó mi ser mientras yo me dedicaba a evitar el contacto visual, tal vez temiendo llorar si lograba encontrarme con sus oscuros ojos de mirada filosa. Observé el informe del caso Kim en mi escritorio y capturé mi belfo inferior entre mis dientes al pensar en lo sucedido con aquel caso.

Era noviembre cuando encontraron el cuerpo de otro chico más de apellido Kim, quien obviamente era parte de una cuidadosa lista de individuos seleccionados y asesinados por la misma persona. Lo especial del caso estaba en el mensaje que cada uno dejaba antes de morir, algo escrito con su propia sangre. Se habían reunido una serie de dígitos que habíamos intentado conectar muchas veces sin éxito, y mi objetivo durante la semana había sido darle algún sentido a todo aquello. El asesino tenía un patrón para los dígitos que necesitaba descifrar aún. El último chico asesinado había dejado un par de letras: "E, E, N, D, D".

v ; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora