sept

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La forma en la que finalizó la noche de confesiones de Vaeros (o TaeHyung, como se supe que era su verdadero nombre) había quedado en una incógnita total, sobre todo por el episodio de total incoherencia con su salida de mi hogar. Unos días pasaron sin que supiera de él, pero yo había decidido dejar de darle vueltas en mi cabeza al asunto, y empezar a enfocarme mayormente en mi trabajo. Mi rendimiento se estaba convirtiendo en algo patético, no muy digno de una agente que era puesta en casos de mucha relevancia. Mi jefe era comprensivo, a decir verdad, lo era en una medida desbordante. Asociaba mi falta de atención u otras cosas al aniversario de la muerte de mi prometido. Igual que mis amigos, él pensaba que aquél doloroso día estaba metiéndose en mi cabeza de nuevo para torturarme a base de recuerdos. Pero la verdad era más complicada que eso.

Cuando tuvimos que reportarnos durante la mañana a un lugar cercano al del asesinato de mi ex-prometido, sabía que estaría más rodeada que lo usual. Mis compañeros me lanzaban miradas de preocupación cada vez que observaba a aquella vieja escena del crimen desde lejos, y suspiraba mientras los recuerdos de aquél día se repetían en un limbo en mi cabeza. No podía negar la amargura y el dolor que despertaban con sólo mirar esa zona, pero me distraía a mí misma pensando en un nuevo caso: un joven asesinado en su propio departamento, con el curioso detalle de haber realizado más de diez llamadas el día anterior diciendo que un demonio lo estaba acosando y amenazando. No había sido la primera vez, y la patrulla se estaba cansando de gastar gasolina en una llamada de emergencia falsa. Así era, hasta ese día. Su cuerpo había sido apuñalado con violencia, con una que sólo los demonios de los cuales nos advierten en cualquier religión podrían llegar a utilizar. No era sólo un asesinato hecho por algún ladrón de turno; este contenía un problema previo.

Mis compañeros anotaban las declaraciones de los vecinos, quienes alegaban que en aquella casa solían suceder cosas muy alejadas de lo angelical. Decían también, que el chico últimamente parecía más trastornado y su apariencia demostraba un deterioro considerable. A su vez, decían haber visto a un hombre merodeando su departamento en varias ocasiones. Uno de sus amigos del complejo de departamentos declaró, y cito: "Él tenía problemas para dormir. Se pasaba el día entero contándome acerca de alguien que lo molestaba en sus sueños". Sería una mentirosa si no dijera que aquellas palabras me dieron escalofríos por un momento cuando las escuché. Pensar en todas las noches en las que Vaeros se encargaba de fastidiar mis únicas horas de descanso, simplemente me hacía sentir como una testigo. Como si yo, antes que cualquiera de los investigadores, supiese mejor que nadie qué estaba sucediendo allí.

Mientras recorría la escena del crimen, es decir, el departamento de la víctima, y para ser más precisos, en su habitación, JinWoo se acercó, con sus guantes de látex y una linterna pequeña en su mano. Podía predecir qué clase de conversación se acercaba, pues todos parecían caer en ese tópico diálogo cada vez que me veían. No lloraría ni mucho menos me desenfocaría de mi trabajo, pero ellos parecían creer que sí. Sin embargo, apreciaba la cuidadosa atención de todos, mas debía admitir que deseaba que se detuvieran por un momento.

—Estás haciendo un buen trabajo —me dijo él, con aquella dulce expresión de lástima. Suspiré y asentí, sonriéndole apagadamente mientras sacaba de uno de los cajones de la cómoda unas cartas. No tenían sobres, simplemente era el papel con una letra que me resultaba escalofriantemente familiar. De repente, ese pensamiento comenzó a taladrar en mi cabeza, pero no me atreví a generar controversia al decirlo en voz alta —. Puedes ir a descansar un poco, si quieres —me sugirió, haciéndome chasquear la lengua y negar con la cabeza.

—Este es mi trabajo, JinWoo... No seas condescendiente conmigo —le pedí, sin apartar mi mirada de las cartas con el misterioso remitente. Pero es como si el mundo quisiera enviarme señales, porque entre esas cartas pude encontrar también una que estaba junto a un sobre. No era de alguien anónimo, sino de la propia víctima, quien le respondía a su acosador. La desplegué sobre la cama, tomándole una foto rápidamente antes de guardarla como evidencia de la manera correspondiente. JinWoo me observaba determinadamente, como estudiando cada uno de mis movimientos para encontrarle algún significado o indicio de no estar completamente bien en ese momento, y ya estaba comenzando a colmar mi paciencia —. ¿No deberías estar ayudando con la evidencia? —le cuestioné, algo amarga. Él suspiró, finalmente acercándose a mí para voltearme en su dirección. Sostuvo mi rostro entre sus manos, logrando que jadeara ante la sorpresa de la acción y la cercanía repentina.

v ; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora