treize

3.7K 371 134
                                    

Sentir miedo es algo sumamente paralizante. Ser acechada por alguien, o algo, es terrible. Aún más, si eso a lo cual le temes está fuera de tu rango de entendimiento, si supera toda lógica, si no es algo que sepas enfrentar ni tampoco puedas deshacer. No era tan simple como tener miedo a la oscuridad, y apaciguar la ansiedad con una luz; o las alturas, y mantenerte alejado de cualquier espacio en el cual no te sientas a gusto con su nivel sobre la tierra. Por supuesto que no. Ojalá, en este momento de mi vida, todo fuese tan simplón y mundano. Mi problema, el disparador de todos mis miedos, residía en una entidad demoníaca de la cual no estaba segura de cuán peligrosa podía llegar a ser. Podemos medir los riesgos de lo que creemos conocer o nos resulta familiar, ¿pero esto? ¿Cómo iba yo a saber de qué forma proseguir sin cometer un error que desatara la ira de semejante criatura? Sobre todo, después de haber probado una pizca de lo que puede llegar a ser capaz.

─No trastornes más tu mente, querida HeeSook... No volverá a suceder, te lo prometo.

La vibración de su voz hizo cosquillas en el oído que mantenía apoyado en su pecho. Algo resignada con mis pensamientos, simplemente asentí con suavidad y continué dibujando figuras amorfas sobre su camiseta. Si alguien ingresaba en mi departamento, y supiese mi historia junto a Vaeros, se sorprendería de vernos en ese momento. No podía decir que se sentía incómodo, sino más bien, algo impensado en cierto punto. Y es que, tiempo atrás, volviendo a donde nos conocimos, jamás imaginé que me sentaría en sus piernas y buscaría refugio entre sus brazos. Tal vez, si sólo me arrojaba a sentir temor por él sin jamás buscarle una respuesta a su presencia en mi vida, el resultado sería distinto. Estaría sentada en un diván, llorando con una psiquiatra porque creo estar completamente loca, en vez de estar sentada sobre él intentando aprender acerca de lo que nos une en este mundo, y de cuán aterradora puede llegar a ser esa unión.

─¿Quieres un té? ─le oí preguntar, recibiendo una negación delicadamente susurrada por mi parte ─. Entonces... ¿Quieres ver algo en la televisión? ─volvió a sugerir, obteniendo la misma respuesta que antes. Soltó un leve suspiro, comenzando a acariciar mi espalda con movimientos relajantes, logrando que cerrara mis ojos ante el tacto. Sonaba tan alocado decir que parecíamos la pareja que habíamos fingido ser para JinWoo, pero así era ─. ¿Qué debo hacer para que te sientas mejor...? ─susurró, en un tono desanimado y casi inaudible. Ante esto, decidí separarme lo suficiente como para que nuestras miradas se conectaran.

─¿Quieres que te diga? ─le sugerí, viéndolo algo sorprendido por mis repentinas palabras. Me observó por algunos segundos, haciéndome sentir algo tímida ante su bonito rostro que dejaba de lado una seria expresión para convertirla en una más relajada y amigable. Casi no parecía él. Parecía más angelical que cualquiera de las veces anteriores.

─Dime, querida HeeSook... ─susurró, aún con sus ojos clavados en los míos.  Una pequeña sonrisa se le escapó, mientras yo intentaba entender porqué no deseaba quebrar semejante cercanía entre ambos.

─Enséñame sobre él... ¿Cómo puedo ayudarte a ser un Equilibrio sin que él me haga daño en el proceso? ¿Cómo puedo protegerme cuando no estás...? ─le pedí, sujetándome con fuerza de su camiseta. El nudo en mi garganta iba incrementando junto con el latido de mi corazón. No sabía porqué deseaba llorar en aquél momento. ¿Por la impotencia de no saber cómo manejar mi situación? ¿Por sentirme débil y un estorbo en un mundo distinto al mío? ¿Por el miedo de sentir, una vez más y después de tanto tiempo, que ninguno de mis seres queridos puede consolarme? Era una mezcla de sentimientos abrumadores, que me costaban aceptar, que quería ignorar, pero me era simplemente imposible ─. Necesito q-que... me ayudes ─susurré, con la voz comenzando a fallarme por el anuncio silencioso del llanto. Apoyé mi frente sobre el pecho de Vaeros, sintiendo las húmedas gotas deslizándose sobre mis mejillas para finalmente llegar hacia la tela de la camiseta ajena.

v ; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora