INSACIABLES [+21] ©

Capítulo 3: Número 13 (Parte II)

Siendo el centro de atención de todo el club, camina hasta donde estoy. Se para frente al escenario, y con la misma sonrisa clavada en su rostro, mira a Ruggero.

— Vendida, ¿no?

Este reacciona y mira al frente.

—¡Vendida! —grita por los altavoces— ¡Vendida una noche con mademoiselle Hélène al caballero del número trece!

Mentiría si dijera que no estoy emocionada. Al fin y al cabo, esto es lo que he estado esperando todo el bendito día.

Alejandro me extiende la mano para ayudarme a bajar las escaleras del escenario. Todas las vistas están puestas en nosotros y ello me hace sentir plena.

—Gute nacht, meine brennende Flamme — «Buenas noches, mi llama ardiente» me susurra en el oído cuando estoy junto a él.

—Gute nacht, Kellermman— «Buenas noches, Kellermman» me hago la dura y me suelto de su agarre, tratando de ocultar la emoción que me provoca su presencia.

El caballero entrega un maletín y se voltea hacia mí. Camino saliendo del lugar repleto de gente, para entrar al pasillo silencioso que conduce a la habitación. Alejandro me sigue callado pero puedo jurar que está sonriendo. Lo compruebo cuando llego a la puerta —casualmente— con el número trece. Me volteo y ahí está él, con las manos en los bolsillos del gabán oscuro que lleva puesto.

«Que le queda perfectamente bien, por cierto»

Le abro la puerta y le hago una seña para que pase. Este ojea el lugar brevemente antes de entrar. Cierro la puerta tras de mí y me quedo recostada en ella comenzando a notar un leve cosquilleo en mi zona baja.

—¿Kellermman? Estaba esperando algo más... personal, más íntimo —dice parado frente a mí.

—No me permiten tantas libertades con mis clientes.

—No te preocupes, yo te doy permiso.

—Bien; entonces, Señor Alejandro Kellermman —digo causando su risa.

Se acerca a donde estoy quedando a pocos centímetros de mí, su semblante pasa de risueño a serio en un momento. Con una mano, me agarra por la cintura pegándome a él; con la otra aparta el cabello que descansaba sobre mi hombro y hunde su nariz en mi cuello oliendo mi aroma.

—Me fascina tu olor —dice y comienza a depositar pequeños besos por todo mi cuello haciendo que me sobresalte por la sensación—. ¿Te gusto?

No respondo. Cierro los ojos para disfrutar el cosquilleo que provoca su tacto, me pone la piel de gallina con solo hablarme con la suavidad con que lo está haciendo.

—Te hice una pregunta —repite mordisqueándome el hombro.

—¿Eh?

—¿Te gusto? —asiento—. No, quiero oírlo.