INSACIABLES [+21] ©

Capítulo 22: Consecuencias.

Consejito: Leer los capítulos con las canciones 👆🏻 de fondo es otro nivel, eh, jejeje. Yo solo digo.

Alejandro

Horas antes

Abro los ojos con incomodidad y me encuentro tirado en el suelo de mi despacho. El último recuerdo que tengo es de la discusión que sostuve con Hélène y luego de eso, nada. No necesito mucho contexto para entender lo que sucedió y la rabia se apodera de mí al sopesar en lo lejos que llegó la locura de esa mujer.

«Hélène, Hélène, ¡Hélène!»

Mando a volar todo lo que yacía encima del escritorio por la ira que me quema por dentro.

Salgo del despacho y me cercioro de todo para que finalmente confirmar lo que tengo en mente. El helicóptero ha despegado, ella se salió con la suya y abordó junto a Henry y mi hermano. Se pasó por el forro todo lo que le dije e hizo lo que le dio la gana.

«Me las vas a pagar, Hélène»

Intento ponerme en contacto con alguno de los tres pero como es de suponer, tienen los celulares apagados. Me muevo de aquí para allá y me topo con que mi jet privado no está disponible en estos momentos. Mando a la mierda a los encargados y despido a unos cuantos por la negligencia ya que debería estar disponible siempre que me dé la gana.

Ninguna de las restantes vías para viajar pasando desapercibido me resultan, así que como última opción, me pongo en contacto con el aeropuerto más importante de Berlín donde me dicen que el próximo vuelo saldrá en cinco horas. Por mucho que demande, no hay posibilidades de que se adelante, por lo que me veo en la penosa necesidad de esperar las putas cinco horas para viajar a Alsacia; tiempo que paso intentando ponerme en contacto con Henry o con Matthew ya que tengo claro que Hélène no me atenderá ni loca.

«Como le pase algo...»

Empaco un pequeño maletín que contiene lo que necesito para darle una lección a la pelirroja y emprendo el viaje hasta el aeropuerto.

Finalmente logro comunicarme con mi hermano cuando ya son pasadas las tres y media de la mañana. Me encuentro sentado como un imbécil en la sala de espera del aeropuerto y el enojo aumenta cuando escucho la voz socarrona de Matthew.

—¡Hermanito! Qué gusto que llames, ¿ya despertaste de tu siesta de belleza?

«Hijo de puta. Lo sabía»

—Matthew, si dices una sola palabra de lo que pasó, te mato.

—Tranquilo hermano —ríe poniéndome de los nervios—, yo me quedaré con el orgullo de ser un buen profesor y tu con el ego por el piso al recordar que una mujer te dejó inconsciente. Será un secreto más.

—Si te tuviera enfrente ahora mismo, te golpearía.

—Nos levantamos bravos, ¿eh?

—¿Cómo salió el operativo? —cambio de tema para aminorar las ganas que tengo de matar a alguien.