Capítulo 8: Impulsos.

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Alejandro

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Alejandro

La relación entre mi hermano y yo es... complicada. Nunca hemos tenido peleas fuera del tema de la organización —porque en ese ámbito, siempre estamos en desacuerdo cuando hay que tomar alguna decisión importante y acabamos en discusiones—, pero ganas no han faltado, al menos por mi parte.

En casa siempre se le ha tenido cierta consideración por los mil y un problemas inexplicables que tuvo durante su adolescencia —los cuales aún arrastra— y eso ha hecho que justifique, en parte, algunas de sus acciones. Sin embargo, hay otras que han colmado mi paciencia y las cuales, hoy por hoy, me las he guardado por evitar problemas que afecten lo más importante que tenemos y es nuestra organización.

Matthew es el subjefe, la persona a la que se supone que le debería tener más confianza y no hace más que lo contrario. Y —una vez más— esto se ve reflejado en el que haya querido sobrepasarse con Hélène sabiendo que es mía, sabiendo que lo mío no se toca y que cuando me apodero de algo, quien intenta entrometerse sale muy mal. Está tentando a la suerte y no es la primera vez que lo hace.

Solo Dios sabe las ganas que tengo de golpearlo. La sangre me hierve de solo pensar en lo que hizo. Por otra parte, me incomoda el que Hélène no me haya contado todo desde el principio y me enfurece aún más el imaginar que los días que ella no me haya escrito sea por estar hablando con él. Trato de no darle cabeza pero es imposible.

— Bebé, ven a la cama —dice la mujer que tengo detrás—. Te estoy esperando muy pero que muy caliente.

Me giro a mirarla y está desnuda, acostada en la cama con una pose seductora pero que en mí no causa la menor sensación.

— Vístete —ordeno—. No va a pasar nada.

Su cara es de completa confusión.

— ¿Co-como que no? Pagaste por una noche entera conmigo.

— Por razones que a ti no te importan. Lo que tienes que saber es que aquí no va a pasar nada —aclaro para que se ahorre más vergüenza—. Ahora, una cosa... mañana dirás todo lo contrario; dirás que fue la mejor noche de tu vida o yo que sé, eso te lo dejo a ti. ¿Okey? No preguntes por qué, tú sólo hazlo.

Asiente no muy conforme.

—¿Al menos podemos hablar de algo?

—No, tengo mejores cosas que hacer.

Me mira como si la hubiese herido, se viste y se acuesta de lado, dándome la espalda. Ni siquiera me gusta. Si la tomé fue para mortificar a Hélène y por su reacción, parece que lo logré y a pesar de que yo también estoy sufriendo las consecuencias ya que desearía estar empalándola ahora mismo, mi enojo es más grande que mis ganas.

Tomo mi celular marcando el número de ese cabrón que tarda en contestar pero lo hace.

Hola, hermanito —contesta—. Si llamabas para verificar que no te haya destronado, puedes estar tranquilo. Aunque a unos cuantos les están empezando a gustar mi liderazgo así que yo que tú no me demoraría en volver.

INSACIABLES  [+21] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora