Capítulo 9: Una pequeña dosis de infierno.

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• Recuerden que: siempre que las cosas van mal

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Recuerden que: siempre que las cosas van mal... pueden ir a peor •

Hélène

Respiro profundo y abro la puerta mientras me voy diciendo a mí misma que no tengo porqué temerle ni a este tipo ni a nadie. Soy Hélène Simone y no me da la gana de dejarme intimidar por nadie así que entro con el mentón en alto y la espalda erguida.

El sitio es grande y en el fondo de este, está El Patrón fumándose una pipa con un glamoroso traje rosado fucsia. Su mirada posada en mí en una postura autoritaria intimidaría a cualquiera, incluso a mí pero no permito que eso pase. Me niego. Camino hasta quedar a menos de un metro del escritorio y llevo las manos a mi espalda para endurecer mi postura.

—La bella y polémica Hélène —dice escaneándome de arriba a abajo—. Te queda muy bien esa lycra, aunque a decir verdad, todo queda bien en ese cuerpo —aspira y bota el humo—. Aún recuerdo el día en que te encontré, tan sola, triste, llorando en el banco de ese parque. Una bella niña de siete años que acababa de perder a sus padres, un golpe de suerte para mí. Eras un plato servido sobre la mesa esperando a que alguien se lo comiera, y llegué yo a aprovecharlo.

Callo, mantengo mi mirada sobre la pared y mi posición firme sin dejar que nada de lo que diga me afecte.

» Todavía puedo ver cuando te llevé a comer como arrasaste con el plato, tenías tanta hambre que apenas respirabas. Me diste las gracias con esos ojazos verdes llenos de ilusión e inocencia y supe que esos ojos cautivarían a más de uno dentro
de unos años —se levanta a servirse un vaso de vodka—. Y no me equivoqué, mírate ahora, siendo mi mayor fuente de ingreso. En estas últimas semanas me has estado proporcionado una ganancia que ninguna de mis chicas ha podido igualar. Tienes a ese alemán enganchadito, te enseñamos bien, y eso me permite preguntarme: ¿Qué tan enganchado está? ¿Qué es capaz de hacer por ti?

Rodea el escritorio quedando frente con frente a mí. Esta vez lo miro a los ojos, voy entendiendo al punto que quiere llegar y trago grueso por el nerviosismo que comienzo a sentir. No quiero sentirme así pero no lo puedo evitar, y me odio por eso.

—¿Qué tan bien has aprendido a manipular a esos imbéciles, Hélène?

Trago grueso y me muerdo la lengua tratando de controlarme para que mi cerebro no me juegue una mala pasada.

—¿Sabías que una vez vino a mí para comprarte? —pregunta y niego, no sabía de eso—. Obviamente me negué y no se fue muy conforme. Hélène —me agarra el mentón—, como mismo me estás dando ganancias, me estás dando muchos dolores de cabeza. Espero que no se te ocurra cometer una locura porque creo que me conoces lo suficiente como para saber de lo que soy capaz de hacer con tal de salirme con la mía, ¿me equivoco?

INSACIABLES  [+21] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora