Capítulo 15: Karma.

2.8K 238 74
                                    

Hélène

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hélène

A la mañana siguiente, me levanté con la voz de una chica de más o menos mi edad, entrando a la habitación con una bandeja llena de jugo de naranja, tostadas con mantequilla y frutas; dijo que Alejandro le había encargado que me trajera el desayuno y al preguntarle por él, me dijo que tuvo que salir a hacer unas gestiones de trabajo. La pregunta es: ¿a cuál de los dos?

Igualmente disfruté poco del desayuno, me había levantado descompuesta. La cabeza me dolía y tenía un leve malestar en el estómago que pasando las horas, se volvía más insoportable; le atribuí todo eso a la resaca ya que al ser mi primera borrachera, no tenía idea de cómo se sentía una.

A pesar de que no me encontraba del todo bien, me alegró sentirme así en cierto modo, ya que eso era una clara señal que me recordaba que ya era una persona libre y que no tenía que seguir instrucciones impuestas por nadie que no fuese yo misma.

Aún así, tomé unas aspirinas y me dispuse a seguir mi día con normalidad.

Recorriendo la mansión, di con un gimnasio que había cerca de las caballerizas. ¡Este lugar es inmenso! Ese descubrimiento mejoró mi mañana, pues hacía ya días que no me ejercitaba y lo echaba en falta. En once años, jamás había dejado de ejercitarme un día dentro de mi rutina y aunque sé que solo son ideas mías, comenzaba a sentir que mi cuerpo comenzaba a perder su forma o que no tenía la misma energía de siempre.

Me puse mi ropa deportiva que consistía en un top, una lycra y unas zapatillas; recogí mi cabello en una coleta alta y fui trotando hasta el gimnasio.

Al cruzar por la puerta de este, me encontré con mi más fiel amigo, Henry —nótese el sarcasmo—. Estaba levantando unas pesas que se veían bastante pesadas, sin camisa; esa acción hizo que se les marcaran notablemente los músculos de los brazos y el torso que estaban cubiertos de tatuajes, ahora que lo pensaba, nunca me había fijado en lo bueno que está Henry Fischer. Cualquier mujer, sin duda alguna, caería rendida a sus pies sin mucho esfuerzo.

Y otra cosa era, ¿todos aquí tenían tatuajes? Henry parecía un periódico del pecho para arriba. Solo su cuello y rostro se salvaban.

En el estéreo, sonaba una canción electrónica que desconocía pero que se oía muy buena, daban ganas de bailar hasta el piso.

Cuando se dió cuenta de mi presencia, dejó caer las pesas con un bufido y se pasó las manos en el pelo como si mi presencia lo fastidiara. Y bueno, realmente mi presencia lo fastidia, solo que yo no le hago caso y continúo jodiéndolo más.

—Buenos días, amigo —le sonrío radiante y él no me corresponde. Sigue con cara de amargado.

—¿Qué haces aquí?

—Lo mismo que tú. Entrenar —dejo mi pomo de agua en el posavasos de la caminadora.

—¿Quién te trajo?

INSACIABLES  [+21] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora