Capítulo 17: Tan cerca y tan lejos.

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Ingrid

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Ingrid

»Días antes... (específicamente la noche en que salió Hélène de Peitho)«

Escucho los gritos de Hélène, observo cómo se llevan a mi amiga cargada en su hombro mientras que patalea y grita que vuelvan por mí y estos imbéciles me arrastran por el cabello, metiéndome nuevamente al club. Esto no tenía que pasar así, las cosas deberían ser distintas, yo tendría que estar saliendo de aquí con mi amiga y lloro porque sé que lo que me espera será terrible.

Aún así no me arrepiento de haber hecho lo que hice, no me arrepiento de haberme sacrificado para que ella cumpliera su sueño y salieras de esta mierda. De no haberlo hecho, ambas estuviésemos aquí de nuevo y no podía permitir que por mi culpa, todo el esfuerzo hecho, fuese en vano.

Oigo como las aspas del helicóptero se encienden e imagino que ya se está marchando. Sonrío entre lágrimas, me siento feliz por ella, que salga y no vuelva a pisar jamás este lugar. Se merece algo mucho mejor y ojalá que con ese hombre lo encuentre.

Me arrastran por los asquerosos pasillos de Peitho sin ningún tipo de delicadeza. A penas puedo seguirles el ritmo a este par de idiotas ya que mi pierna herida me lo impide y aún con eso, me lastiman haciéndome caminar con prisa.

Llegamos a lo que viene siendo el club como tal y vislumbro una figura trajeada de espaldas, en el medio del local. «Ruggero».

No puedo evitar entrar en pánico y aunque me pido a mí misma calmarme, es algo que no lograré ni en mil años. Las piernas me comienzan a temblar y el corazón me late tan rápido que temo infartarme.

«Es inevitable temerle»

Cuando escucha nuestra llegada, se voltea lentamente y me regala la mirada más aterradora que he recibido en mi vida.

«Me va a matar» —pienso y trago grueso resignándome a mi destino.

Los matones que me trajeron no me han soltado, me tienen agarrada de los antebrazos de una manera tan fuerte que duele. Yo no puedo mantenerme de pie por mucho tiempo, la herida me duele demasiado y termino cayendo de rodillas en el suelo.

El italiano se acerca a mí con pasos lentos pero intimidantes. Cuando queda justo a centímetros de distancia, apoya una de sus rodillas en el suelo y con una mano, agarra mi mentón igual o peor de brusco que sus hombres, obligándome a mirarlo.

—Así que conspirando en mi contra —murmura con desdén.

No hablo, en el fondo temo decir algo que no deba y terminar peor de lo que tengo pronosticado.

—¿Hace cuánto llevaban planeando esto?

Sigo sin responder.

—Mujer de pocas palabras, ¿eh, Ingrid?

Desvío la mirada y un tic me ataca un ojo por los nervios. Él inhala una bocanada de aire al mismo tiempo que cierra sus ojos pidiendo paciencia. Lo próximo que pasa sucede tan rápido que apenas me da tiempo a reaccionar.

INSACIABLES  [+21] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora