Capitulo 18, Regalo

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Pasaron dos meses en los que Min Agust casi olvidaba a su hermano gemelo. Después del asesinato del hombre en aquel lote abandonado, algo dentro de Agust cambió por siempre.

Quizá nunca tuvo la oportunidad para descubrirlo antes, pero el gemelo de cabellos rubios descubrió que arrebatar una vida no sólo lo llenaba de emociones que creía ser incapaz de sentir, sino que lo empapaba de un poder que atemorizaba a sus aprendices y gentes que le conocían.

Por eso ya no pudo detenerse.  Con el pasar de los días, sus discípulos fueron llevándole más víctimas indefensas y olvidadas por el mundo. Primero los compraba con drogas y manipulaciones tan dulces como la miel; luego los enloquecía hasta matarlos.

Unos morían rápido, con los ojos abiertos de par en par, contemplando por última vez al autor de sus desgracias. Otros morían lento, sufriendo golpes y hambre antes de entregarle su último aliento al gemelo de mirada vacía.

-Agust... -Jiyong bajó las escaleras, sintiendo que la herida en su abdomen aún no sanaba del todo-, ¿tú fuiste el que mató al viejo del río?

Min Agust levantó la mirada del libro que reposaba en sus piernas y echó la cabeza hacia atrás, observando a su tío en silencio.

-La policía sospecha que hay un asesino suelto -espetó-, ¿cuantos vagabundos más crees que entrarán en el índice de muertes por peleas o accidentes? ¿quieres que te atrapen?

El gemelo cerró el libro mientras sus labios se curvaban en una pequeña sonrisa. La sala de estar pronto se vio envuelta en un silencio incómodo y Jiyong hizo lo posible por no verse intimidado. Desde hacía ya unas semanas, un escalofrío le recorría la columna vertebral cuando Agust lo miraba de esa forma.

-¿Cuánto tiempo seguirás con esos ineptos que tienes por amigos? -reclamó Jiyong- ¡Si descubren a uno de ellos te descubrirán a ti!

-¿Amigos? -sonrió casi ofendido el gemelo-, ellos no son mis amigos, son mis seguidores, mis aprendices.

-¿Aprendices de qué? ¡Deja ya tus juegos!

El gemelo se levantó del sofá , su tío no bajó la mirada mientras éste caminaba lentamente hacia él. Min Agust se movía como un tigre acechando a su presa. Sus pasos eran ligeros y firmes, su cuerpo permanecía erguido y sus ojos se posaban vacíos sobre los demás, provocando que aquel que lo mirara, sintiera que iba a ser tragado por aquellas pupilas negras como la noche.

-¿Sabes por qué los adultos odian a los jóvenes? -preguntó tranquilo. Jiyong no respondió pero le lanzó una mirada desafiante antes de levantar una ceja, entonces Agust continuó hablando- Porque ven en ellos el potencial que un día tuvieron y no supieron aprovechar. 

Frente a su tío, el gemelo lo miró a los ojos. Ambos continuaron con las miradas firmes, ninguno estaba dispuesto a ceder. 

-¿Sabes por qué tienes miedo de que me atrapen?

-¡Porque estás matando como un verdadero idiota! -exclamó molesto el mayor.

-No -negó Agust con una mueca-, tienes miedo porque crees que yo cometeré los errores que tú cometerías en mi lugar. Yo no soy tú, tío, yo soy Min Agust.

-Todo lo que sabes te lo he enseñado yo, imbécil.

-Dame un poco de crédito, lo único que aprendí de ti fue matar animales y engañar mujeres -soltó una risa e inmediatamente su rostro volvió a ser inexpresivo.

Agust sacó una navaja de su pantalón tan rápido, que su tío sólo pudo pegar la cabeza a la pared para que la punta de metal no se incrustara en su garganta. 

-¿Qué crees que haces, hijo de perra? -Jiyong le lanzó una mirada furiosa.

-Nada, disfruto ver que hasta tú me tienes miedo... -musitó el menor admirando el brillo de la navaja-, y deberías de temerme. Si pude dejar morir a mi madre, ¿por qué creés que no te haría daño a ti? Tu vida es tan insignificante como la de mi madre o la de Sandara, o la de todos esos hombres que han exhalado su último aliento frente a mis ojos.

Por primera vez en su vida, Jiyong se sintió vulnerable. Aquel niño que un día lo admiró y siguió sin preguntar nada, hoy lo tenía acorralado contra la pared de su propia casa. Min Agust cada día tenía los ojos más oscuros, cada día se convertía más y más en un demonio disfrazado de hombre.

-En fín, es bueno establecer los nuevos límites de nuestra convivencia -continuó el gemelo-. Sería muy bueno que decidas si estás conmigo o en mi contra. Y por la policía no te preocupes, ellos saben muy bien que un asesino anda suelto desde hace mucho.

-Maldito idiota -escupió Jiyong cuando Agust lo liberó y regresó hasta el sofá donde leía-, si te atrapan estamos todos acabados.

-No me atraparán, y si lo hacen, uno de mis aprendices se entregará por mí.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Porque el temor es el mayor de los arraigos -sonrió Agust con autosuficiencia-, ellos no me admiran, ellos me temen. Los he enseñado a manipular, a mentir y a matar; se creen invencibles, pero saben que hay un maestro que los guía si levantan la mirada, es increíble lo que hace una persona que necesita refugio y afecto, ¿no crees?

Antes de que Jiyong pudiera responderle, se escuchó el auto de Mino estacionarse frente al jardín. El mayor observó de reojo el reloj colocado sobre las escaleras, eran las tres de la mañana. Miró a su sobrino y él le sonrió cruzando la pierna mientras guardaba la navaja en su bolsillo trasero. 

-Te tengo un regalo -le dijo-, ahora que te sientes mejor, seguro extrañas tus antiguos pasatiempos...

La puerta se abrió de golpe, dejando a la vista a Hanbin y Mino cargando a un hombre inconsciente. Detrás de ellos venía Jinwoo haciendo bombas de goma de mascar, en las manos llevaba una pequeña maleta negra.

Jiyong se acercó y abrió los ojos con sorpresa al descubrir que el hombre inconsciente era Kyungsoo, uno de los aprendices del gemelo.

-¿Qué le pasa? -preguntó observando a los demás.

-Está drogado hasta el culo -sonrió Mino-, pero seguro despierta en unas horas.

-¿Dónde lo ponemos, Agust? -preguntó Jinwoo pasándose las manos por el cabello.

-En el sótano -ordenó el gemelo.

Jiyong observó estupefacto a su sobrino, él le hizo saber con una sonrisa que, efectivamente, matarían a Kyungsoo.

-¿Por qué él? -preguntó volviendo a ver al joven inconsciente.

-Porque eres mi tío -le respondió Agust- y es mi regalo para tí. Eres especial  y que no te daría a cualquier vagabundo como obsequio, ¿no recuerdas acaso lo que dije? Debes elegir sabiamente si estás conmigo o en mi contra, y si estás de mi lado, harás lo mismo que yo.

Jiyong observó anonadado a los aprendices del gemelo, ellos asentían convencidos a todo lo que el rubio hablaba. El pecho de Kyungsoo se movía lentamente mientras su cuerpo reposaba en los brazos de los otros. Jiyong sintió de nuevo eso que corría por la sangre de los Min, ese deseo de sentirse el dueño de una vida ajena.

Y como el efecto de una de las drogas que Min Agust le ofrecía a los adictos, las manos de Jiyong ansiaron poder amarrar a Kyungsoo en la misma silla en la que ató a Sandara meses atrás. De pronto, el tío del gemelo estaba sumergido en un frenesí de pensamientos oscuros y malvados, todos ellos alejándolo de una realidad irrefutable: su sobrino ya lo controlaba ahora. 

-Entonces -levantó una ceja Agust-, ¿de qué lado estás, tío? 

-Del tuyo, por supuesto -respondió Jiyong con una sonrisa incontrolable sobre sus labios.

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-Gonche  

Abscon  (BTS FanFic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora