Capítulo 6, Jung Hoseok

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Las luces del pequeño cuarto a las afueras de la ciudad se apagaron antes de que Hoseok prendiera la parrilla para hacer su cena. El joven de cabellos oscuros sostuvo en las manos la sopa instantánea, dejando que de su pecho se desprendiera un cansado suspiro. 

-De nuevo cortaron la luz, vaya novedad...

Cuando escapó de casa sólo siendo un adolescente, jamás imaginó que el mundo real le daría la espalda de tal forma.

Después de tantos años luchando por sobrevivir, apenas y podía comprar una botella de agua y un par de paquetes de comida instantánea al día. Su sueldo como empleado en una tienda de conveniencia sólo servía para pagar la renta y una beca universitaria que el hambre le obligó a abandonar. 

Aun así, trataba de mantenerse positivo. En el rostro de Hoseok siempre brotaba una sonrisa que podría componer cualquier corazón roto, excepto el suyo.

Al paso de los años su alma se sentía cada vez más vacía y triste. Y extrañamente, sus labios no dejaban de sonreír nunca. La felicidad era gratis. En el fondo, Hoseok creía que aquel sentimiento era todo lo que le quedaba. 

-¿Hola? -un golpe se escuchó afuera de su cuarto. Hoseok guardó silencio y retrocedió con las puntas de los pies. 

Tocaron unas cuantas veces más, la sombra de un par de zapatos se vislumbró por la rendija de la puerta.

-Necesitamos hablar con usted, los intereses de su deuda han llegado al punto máximo y de no pagar mañana mismo, tomaremos por ley todas las pertenencias que le ayuden a disminuir su adeudo.  

El semblante del chico se oscureció lentamente, dentro de su bolsillo sólo había dos monedas. Observó entre la oscuridad su vieja cama y los aparatos electrodomésticos que apenas y encendían. Ni siquiera sus pertenencias serían útiles para pagar al menos una cuarta parte de su adeudo. 

-Conocemos sus horarios y sabemos que está ahí, por favor sea razonable y lleguemos a un acuerdo antes de que mañana derriben su puerta -el hombre al otro lado volvió a tocar.

Hoseok sonrió amargamente, “¿Un acuerdo? Un acuerdo mis bolas, aquí sólo hay basura” pensó, colocando la sopa instantánea sobre una mesita de madera llena de polilla. 

-Dejaremos este ultimátum por hoy, si cambia de parecer hablé con nosotros antes de las once de la mañana. Buenas noches. 

La sombra que veía por la rendija desapareció. Hoseok se dejó caer sobre la cama cuando el pasillo al otro lado de la puerta estuvo completamente en silencio. Observó la pantalla de su celular y se alegró de saber que en unos minutos más iría al trabajo, al menos allí podría preparar algo para comer y tomar unos cuantos vasos de agua gratis.

***

Al salir de su turno por la mañana, Hoseok se sentó en una mesa libre de la cafetería frente al edificio donde se localizaba su pequeño cuarto. Pidió un vaso con agua y abrazó la maleta vieja que reposaba en sus piernas. 

Al otro lado de la calle, un grupo de hombres en traje y dos policías entraron al edificio a las doce en punto. No pasó mucho tiempo hasta para que se pudiera oir el estrepitoso golpeteo contra una puerta.

El chico de cabellos casi negros comenzó a reir con un gesto divertido. 

-Lo mejor que van a encontrar en esa pocilga, es una botella nueva de shampoo -se burló. 

Al observar la ventana de su cuarto, pudo ver a los hombres revisar el lugar. Derribaban los muebles viejos y vaciaban los cajones arrojando las cosas al piso.

Un vacío apareció en su pecho cuando se levantó de la mesa dejando la última moneda que le quedaba. 

-Lo mejor sería huir antes de que me descubran -musitó, echándole un último vistazo a lo que por mucho tiempo fue su hogar.

Tomó su maleta gastada y partió rumbo a las afueras de la ciudad. Sería un camino largo y quizá se perdería en el trayecto. Hacía mucho tiempo que no visitaba la casa abandonada de su difunto abuelo en la mitad del bosque. La familia entera de Hoseok detestaba ese lugar apartado e inservible, aquella construcción ahora era un lugar olvidado por todos. 

Ahí empezaría una nueva vida. Mandó al carajo al mundo y sus estúpidas normas. Viviría en soledad comiendo hojas o lodo si era necesario, eso era mil veces mejor que morirse de hambre en un mundo al que no le importas una mierda.  

-¿A dónde vas? -lo detuvo la anciana que rentaba el cuarto vecino.

Esa mujer tenía los ojos tan cálidos como los de un sol naciente. Hoseok la apreciaba, era su única amiga.

-Me mudo, me alegra mucho poder despedirme de ti.

-¡¿Perdonaron tu deuda?! ¿Regresarás a la universidad? -la mujer lo miró llena de emoción.

-S-sí, debo volver clases cuanto antes...

-¡Pero qué felicidad, hijo!

Los dos se sonrieron por un momento, en sus corazones palpitaron los recuerdos que compartían juntos.

-Debo irme, perderé el autobús...

-Antes de que te vayas -la mujer agitó una mano mientras rebuscaba algo en los bolsillos de su sueter-, toma este dinero y compra unos zapatos bonitos.

Algo dentro de Hoseok se llenó de tristeza, en sus ojos apareció una neblina que pronto se convirtió en llanto.  

-No puedo aceptarlo -le dijo mientras alejaba delicadamente el dinero.

-Vamos, deja que te cuide sólo por hoy.

-Es que yo... - Hoseok sonrió limpiando sus lágrimas-, no puedo hacerlo, es demasiado. 

-¡Pero qué tonterías dices! -la anciana rió, metiendo los billetes doblados en los bolsillos del joven- ¡Cuando seas un gran empresario me pagarás, sólo es un préstamo!

-Vendré a visitarte y pagaré mi deuda.

-Vete ya, niño, que tu autobús se irá antes de que subas.

Para Hoseok jamás fue tan difícil decir una mentira. Su corazón se rompió cuando la mujer lo sujetó en un abrazo y colocó un delicado beso en su frente.

Posiblemente, no volvería a verla jamas.

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-Gonche

Abscon  (BTS FanFic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora