Chapter 4

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Gire el picaporte de aquella puerta que me habían advertido no abrir

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Gire el picaporte de aquella puerta que me habían advertido no abrir. Desafiar las ordenes que me daban no me era ningún problema, sobre todo cuando quería saber que era lo que me ocultaban.

—¿Hola?

Era una habitación prolija, con un olor amaderado y poca iluminación. Mi curiosidad me llevó adentrarme a la silenciosa habitación, un vistazo rápido me hizo entender que la penumbra se debía a que las cortinas estaban cerradas.

¿Por qué no querían que entrará?

Algo en mi interior me decía que había algo, así que solo extendí mi mano y me dejé llevar por mi instinto provocando que aquella luz verde abriera las cortinas de par en par.

—Fuera de mi habitación –resonó a mi espalda



Moverme en mi cama se sentía como hacerlo sobre picos filosos, el ardor que me recorría era como si me hubiera cortado la piel y aun siguierá expuesta. Lentamente abrí mis ojos para corroborar si eso no fue lo que me había sucedido, pero la claridad del día me golpeó tan fuerte que punzó mi cabeza.

¿Qué me pasó?

Cerré los ojos de nuevo para calmar el dolor y disipar un poco la confusión de mi mente. Ni siquiera recuerdo en qué momento me despedí de los invitados o llegué a mi habitación. En un nuevo intento, abrí levemente mis ojos fijándome en el empapelado de las paredes y eso fue todo, pues el palpitar me golpeó más fuerte, hasta el punto de marearme.

Definitivamente no estaba en mi habitación, pero si en mi casa. Decidí que no me esforzaría más en alimentar mi malestar, no tenía sentido, no podía abrir los ojos sin sentir que la cabeza me fuera a estallar, mejor descansaría un poco más para recuperar fuerzas y levantarme de esta cama.

Mientras descansaba los recuerdos de la noche anterior llegaron de la nada. Las dudas que tenía fueron resultas y mi sueño tranquilo dejó de serlo.

«La picazón en mi garganta no cesaba, aunque la había controlado, había juntado todas mis fuerzas para ponerme de pie y no mostrarme débil frente al imbécil de Burke que osó estrangularme solo por el placer de reprenderme.

—Buen intento, pero no voy a caer —bajó su varita con la que anteriormente me había apuntado con el fin de amenazarme y aterrorizarme.

Sus intenciones siempre eran las mismas: reñirme hasta el punto de la violencia, amenazarme con los dientes para afuera y huir como el cobarde que siempre ha sido.

Esta noche no era diferente, por lo que pude soltar el aire que retenía cuando lo vi dar la media vuelta para irse. Pero fue mi error el confiar en que un bastardo como él lo dejaría ahí.

—¡CRUCIO!»

El dolor de cabeza me despertó por aquel recuerdo que estaba más claro que nunca. Desconocía cuanto había dormido, era como si la noción del tiempo hubiera recorrido tan lento, o asi podía percibirlo.

Los Elegidos Parte 1  [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora