Capítulo 26.

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Capítulo 26.

Ian cerró la puerta de la habitación lentamente, con una sonrisa torcida.
Estaban contentos, la actuación había sido buena y todos en el teatro se habían emocionado al ver a esos veinte jóvenes bailarines demostrando tanta pasión.

—Ya estamos aquí —dijo Irina, nerviosa.

—Sí —convino Ian con una sonrisa.

Ella comenzó a enrojecer. Se encontraban solos en la habitación, era el momento que llevaban esperando meses y ahora... él sólo sabía sonreír.

—Voy a... lavarme los dientes —se disculpó ella, tratando de ganar tiempo.

Ian estaba realmente divertido por el nerviosismo de Irina. Le encantaba provocar esa sensación en ella; desconcertarla.

—Yo voy a ducharme —anunció, quitándose la camiseta—. ¿Te apuntas?

Ella ya estaba en el baño, con el cepillo de dientes metido en la boca y una sonrojada expresión de sorpresa.

—Me... he duchado en los vestuarios.

—Es verdad.

Sin ningún tipo de vergüenza, Ian se deshizo de sus zapatos y sus anchos pantalones también. Irina lo veía a través del espejo, sabiendo lo que se le venía encima, y estaba a punto de sufrir un paro cardíaco.
Necesitaba hacer una pausa para poder hablar con April. Por favor.

¿Cómo hay que comportarse en la primera vez? Consejos, necesitaba consejos.
Ellos ya habían estado a punto de hacerlo en un par de ocasiones, pero siempre había surgido un imprevisto que los interrumpiera... y esa vez iba en serio. Iban a hacerlo, y ella se moría de ganas.

Rápidamente, Irina escupió en el lavamanos y salió del baño, consciente de que su novio acababa de quitarse los calzoncillos. Trató de no mirar en su dirección.

—Voy a... sí, a... salir un momento —balbuceó ella mientras Ian entraba en la ducha, preguntándose qué estaba diciendo Irina.

Una vez en la habitación, la muchacha suspiró.

—No pasa nada, Irina —se dijo a sí misma—. Es Ian. Es Ian.

Esto no logró tranquilizarla mucho, así que se abalanzó hacia su teléfono, dispuesta a enviarle un mensaje a April pidiéndole consejo, o ayuda. O cualquier cosa.

Para su sorpresa, ya había un mensaje de la muchacha en su bandeja de entrada. Irina lo abrió, respirando con el corazón acelerado.

"No te pongas nerviosa, Irina. Haz lo que Ian te inspire a hacer. Te tratará bien."

No era exactamente una ayuda, pero sirvió para que Irina pudiera dejar sufrir taquicardias. Sí, no era para tanto. ¡Todo el mundo había perdido la virginidad alguna vez!

Cuando el agua de la ducha dejó de oírse, Ian tardó unos segundos en salir hasta la habitación, con una toalla anudada a la cadera.
Él joven estaba dispuesto a decirle a su novia que esperaría tanto como ella quisiera, ya que la había visto terriblemente nerviosa, pero para su sorpresa, ella se encontraba sentada en la cama cubierta sólo con su ropa interior y un precioso sonrojo en la piel.

—Yo quería desnudarte... —dijo Ian, suavemente.

—¡Pues no pienso volver a vestirme! —replicó Irina.

Con lentitud, él se acercó y se arrodilló frente a ella, que seguía sentada sobre el mullido colchón.

—También es una buena idea.

Con suavidad la besó en los labios, recorriendo suavemente el cuerpo delgado pero fuerte de Irina. Ella sintió que sus manos temblaban un poco, así que comenzó a acariciarlo a él. Sus manos vagaron por el pecho del chico, rozando su piel con movimientos lentos que le prometían a Ian que esa noche sería inolvidable.
Sus dedos rozaron el tatuaje de la cruz del pecho de Ian y ella recordó cómo, un tiempo antes, le había preguntado qué significaba. Pero Ian no le había querido responder.

—Sigo muriéndome de ganas por saber qué representa este tatuaje... —le susurró.

Ian la miró, sus ojos estaban oscurecidos por la excitación del joven y él sintió el calor que la piel de Irina le transmitía sobre esa cruz dibujada con tinta negra.
Decidió que era el momento indicado para compartir con ella algo que jamás le había contado a nadie.

—Cuando mis padres murieron y me separaron de mi hermana... yo era pequeño y no pude hacer nada por volver a reunirme con Alexia. Al menos nada aparte de buscarla por todas las casas de acogida de Londres para que ella no se olvidara de mí —explicó Ian—. Luego descubrí que bailar era lo único que me aliviaba un poco y me hacía olvidar que estaba completamente solo... así que me hice la promesa de utilizar el baile para poder volver a vivir con mi hermana. Esta cruz representa esa promesa.

Irina siguió observándole, sin decir ni una palabra, y tras unos segundos se acercó y besó el tatuaje de su pecho; muy suavemente.
Ian cerró los ojos mientras un sonido ronco salía ligeramente de su garganta.

Al instante siguiente, se encontraba tumbada sobre la cama con Ian encima de ella. Con una enigmática sonrisa, él la miró a los ojos.

—Esto es muy importante.

—Quiero que te guste —dijo Irina tímidamente.

Ian sonrió de nuevo y volvió a besarla, esta vez más intensamente.

—Eres tú; es imposible que no me guste.

Paseando su mano por los pechos de ella, también desvió sus besos hacia el cuello de la muchacha, que comenzó a sentir cómo la vergüenza y el nerviosismo desaparecían poco a poco. Los labios de Ian la quemaban, al igual que esos hábiles dedos que bajaron por su vientre hasta quedar posados en sus braguitas.

Irina gimió y enterró sus dedos en el cabello rubio del chico, susurrándole lo mucho que le gustaba tenerlo así.

Ian alzó la mirada un segundo y la clavó en los ojos castaños de Irina, sonriendo ladeadamente. Un segundo después, dejó caer la toalla al suelo, quedando completamente desnudo.


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