Irina es una joven de dieciocho años que ha escapado del infierno de su casa para tener una oportunidad en la academia de baile más exclusiva del país. Lleva años enamorada de Dallas, pero todo se verá alterado cuando conozca a Ian, su nuevo compañe...
Porque ya estaba harta de todo. Porque no aguantaba más. Porque si algo no soportaba Irina era recibir órdenes. Porque quería ser libre.
Aquella tarde, tras la fuerte discusión con su padre, Irina volvió a encerrarse en su habitación. Veía los minutos caer, convirtiéndose en horas y a cada momento transcurrido ella sentía el mismo vacío creciendo en su interior.
«No puedes vivir de bambolear las caderas», le había dicho su padre. «No vivirás bajo mi techo mientras sigas comportándote como una cualquiera».
Una nueva lágrima resbaló por su rostro. Le faltaba un mes para cumplir los dieciocho años y poder irse de casa a un lugar seguro. Pero no aguantaba más.
Se estremeció al oír un plato rompiéndose en la cocina. Su padre seguía enfadado y no dudaba que, en caso de salir, otro plato llovería sobre su propia cabeza.
Sentía frío, pero no tiritaba por eso. El miedo, el llanto, el dolor... la soledad... Sí, sobretodo la soledad.
«¡Cualquiera!» las palabras de su padre volvían a atacarla.
Y entonces fue cuando se decidió. Abrió los ojos de nuevo y ante ella sus gastados tacones negros resplandecieron. Parecieron decirle que debía cogerlos y seguir algún ritmo pop o quizá algo latino... Supo que ese era su sueño y que nada en el mundo podría arrebatárselo, ni siquiera todos los padres del mundo.
Se limpió las lágrimas y agarró su bolsa de deporte. En ella metió todo lo que pudo, sin olvidarse de las zapatillas de ballet... aún le faltaba mucho entrenamiento para poder bailar algo clásico.
Abrió la puerta con la bolsa colgando y se encaminó todo lo rápido que pudo hacia la salida. Sintió a su padre caminando detrás de ella, sintió cómo gritaba con esa voz tan estropeada por el alcohol y por último notó cómo sus manos se clavaban en sus brazos. Pero Irina no se detuvo.
Abrió la puerta y sin una mirada atrás se dispuso a irse para no volver nunca. Ya sabía cuál sería su próximo destino: La Royal Academy.
«Dance».
Escrito a: 29/12/2011
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
