Capítulo 20.

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Capítulo 20.

El miércoles comenzó con normalidad, con la clase de ritmos latinos (que, por supuesto, Ian odiaba e Irina amaba con toda su alma) y una de las clases de gimnasia deportiva más duras que la pareja recordaba haber tenido nunca.

Por fin, a las doce y media, terminaron las clases de la mañana. Ahora les esperaban cuatro horas libres que, después de la horrible paliza gimnástica que habían recibido de la señorita Chloe, eran más que necesarias.

—Quiero llevarte a un sitio especial.

Irina terminó de beber de su botellín de agua fría y miró hacia Ian, interesada.

—¿Dónde?

—Es una sorpresa, lo verás cuando lleguemos.

La muchacha agarró su bolsa de deporte y fingió que era tan pesada que a duras penas podía levantarla.

—¡Mira cómo estoy, me muero de cansancio!

Ian rió suavemente y la atrajo entre sus brazos. La besó con lentitud, disfrutando de su sabor lo máximo posible.
Irina no dejaba de pensar que estaba sudada como un pollo, llevando una malla de ballet, pero aun así Ian la sujetaba con firmeza y la apretaba contra su cuerpo como si no fuera a dejarla ir por nada del mundo.

¿De verdad estaban así? ¿De veras habían conseguido estar juntos?

También ella bajó las manos por el cuerpo de él, metiéndolas por debajo de su camiseta y llegando justo encima del trasero del chico.

—Fíjese bien en dónde pone las manos, señorita Stahl. Podría estar tocando una zona peligrosa.

Irina rió con malicia

—¿Peligrosa? —murmuró con voz seductora.

Ian rió con suavidad y volvió a besarla de nuevo.

—Me encantas.

Las manos de Irina acariciándolo de ese modo tan íntimo enviaban descargas eléctricas a cada poro de su piel. Con cuidado le acarició la mejilla a la chica y, suavemente, finalizó el beso.

—Vámonos.

Agarró a Irina de la mano y la condujo por todos los pasillos de la academia a toda velocidad. Irina se detuvo cuando salieron por la puerta y comenzaron a bajar las escaleras.

—Pero espera, ¡tengo que cambiarme de ropa! —exclamó Irina.

Seguía vestida con el maillot de ballet, y el cabello recogido en un moño perfecto.

Él miró a su reloj y negó con la cabeza, Irina notó que parecía extrañamente nervioso. No les daría tiempo a llegar a donde iban.

—Tiene que ser ahora, vamos.

Irina dudó un momento y finalmente pateó el suelo, quejándose en silencio. Después volvió a tomar la mano de Ian y a dejar que la condujera por las calles de Londres.

***

Las voces y risas  infantiles llegaron a ellos antes incluso de que pudieran ver el colegio. Irina alzó una ceja, según se acercaban progresivamente hacia el edificio, rodeado por una verja verde.

Los niños eran pequeños y enérgicos. Daban vueltas por todo el patio, gritaban y cantaban canciones mientras saltaban a la comba.

Todo eso le recordó a Irina varios momentos de su infancia, y con ellos vinieron los recuerdos de sus primeras actuaciones de baile. ¡Cuánto tiempo había pasado!
La imagen clara de sí misma como una niña pequeña y delgada con dos coletas y un vestido rojo de bailarina de salsa hizo que sonriera. Después lo asoció también a las largas horas de espera en las actuaciones, a buscar la cara de su padre entre el público y ver que no estaba y desear haber tenido una madre que le hiciera el moño o le pusiera los zapatos mientras le daba ánimos.

Dance, sólo baila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora