1.
—Un, dos, tres. Un, dos, tres.
Brigitte Bloom era una profesora estricta de ballet clásico y no admitía ni un solo fallo en la coreografía. Se paseó por la gran sala, observando a los casi treinta bailarines que se apoyaban en barras para completar el casi imposible ejercicio que acababan de practicar.
—Número siete, la cabeza en alto —advirtió—. Veintitrés, le convendría seguir el ritmo si de veras quiere ser admitido en esta escuela.
Irina tragó saliva, ella llevaba el número trece, lo cual podía ser señal de mala suerte... aunque deseaba con todas sus fuerzas que ese no fuera el caso.
Apretó el vientre cuando sintió a la señora Bloom caminar por su lado, examinando su técnica, y una gota de sudor resbaló desde su sien hasta perderse en el escote.—¿Está cansada, trece? Porque si dos horas la han derrumbado... no quiero imaginarme cómo serán las siete horas diarias a las que estamos acostumbrados en este centro.
Como toda respuesta, Irina se irguió aún más y se dedicó a evitar perder la compostura y por tanto la posición de ese estilo que desde luego, no era lo suyo.
La mujer le sostuvo la mirada durante diez segundos más y finalmente sonrió, extrañamente complacida.
—Hemos acabado el ejercicio —dio dos palmadas y todos soltaron un suspiro general de alivio. Recuperaron sus posiciones y lentamente formaron un círculo ante todos los profesores.
—Los números que comuniquemos ahora, pueden irse. No han sido seleccionados —comunicó un chico que no debía sobrepasar los veinte, pero al parecer ya estaba enchufado en aquel lugar.
Los veintiocho jóvenes se crisparon, todos a una. Si en ese instante decían sus números, su sueño se rompería en mil pedazos y ni siquiera habrían superado la primera prueba para entrar en la Royal Academy.
El chico con las listas de los seleccionados comenzó a hablar y su voz se le antojó exclusivamente molesta a Irina. Quizá porque sabía si ella podría seguir ahí o tendría que comenzar a buscarse un trabajo.
—Diez, ocho, veinticuatro, veintiocho, doce, catorce y... —una sonrisa leonina se dibujó en su rostro justo antes de pronunciar el último número y destrozar el último sueño—. Dos.
—Todos los demás habéis superado la primera fase. Preparaos para recibir a vuestra pareja en la segunda prueba de esta tarde.
Irina suspiró completamente aliviada. Al parecer ella seguía en la carrera, pero no pudo evitar entornar los ojos al ver a esos siete chicos y chicas que volverían a sus casas con el rabo entre las piernas.
Agarró su bolsa de deporte y sacó una botella de agua dispuesta a darle buen uso, hasta que sintió a alguien junto a ella.
Se giró y allí estaba: Una chica algo mayor que ella, pero unos diez centímetros más baja. Era asiática y por cómo vestía, era absolutamente una bailarina clásica.—Disculpa... —comenzó con una voz tan tímida que Irina casi no pudo oírla sin acercarse—. ¿Tienes una tirita de sobra?
Irina la miró durante unos segundos hasta que por fin reaccionó y asintió con la cabeza. ¿En qué se había quedado pensando?
Sacó de uno de los bolsillos de la bolsa un paquete de tiritas.—Sírvete —dijo mientras se las tendía a la chica.
La joven morena lo agradeció alegremente y procedió a colocarse una de las pequeñas gasas en el dedo gordo del pie.
—Tengo los pies un poco destrozados —se disculpó.
Irina no pudo más que asentir, realmente esa chica parecía haber trabajado mucho para llegar hasta allí. Sus pies daban verdadera pena, heridas, rozaduras, morados... El clásico no era un estilo suave precisamente.
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Dance, sólo baila.
Teen FictionIrina es una joven de dieciocho años que ha escapado del infierno de su casa para tener una oportunidad en la academia de baile más exclusiva del país. Lleva años enamorada de Dallas, pero todo se verá alterado cuando conozca a Ian, su nuevo compañe...