Epílogo.
Las maletas rodaban rápidamente por el suelo del aeropuerto. Irina tropezó y se habría dado de bruces contra el suelo si Ian no la hubiera sujetado rápidamente por la cintura.
—Cuidado, ¡no necesito a una bailarina lesionada!
Irina suspiró, recuperando completamente el equilibrio.
—¡El avión sale en diez minutos! —dijo, nerviosa. Su voz temblaba un poco.
—Llegaremos a tiempo. ¡París no se va a mover de sitio! ¿Verdad?
Irina no pudo más que rodar los ojos, agarrando con más fuerza las dos maletas que llevaba en las manos.
—París no va a moverse de sitio, pero sí lo hará el conductor que nos espera en el aeropuerto para llevarnos junto al resto de la compañía...
Ian rió entre dientes y le dio un suave beso en la mejilla a Irina, antes de volver a sujetar con fuerza su enorme bolsa de deporte y la maleta azul.
Todo era exactamente como debía ser: al haber sido elegidos mejor pareja de sus cursos, habían tenido mil oportunidades para aprovechar ese verano, pero ninguna tan maravillosa como la que habían recibido de una compañía de baile francesa, ¡una de las más prestigiosas de Europa!
No sólo podrían pasar todo el verano bailando y actuando en los mejores teatros del mundo, ¡sino que además iban a pagarles por hacerlo!
—¿No estás nervioso? —preguntó Irina. Ella sentía que sus piernas temblaban de anticipación a lo que iba a pasar.
—Claro que no. Todo va a salir bien y además llevamos todo lo necesario: ropa, música, a nosotros mismos... Cogiste los billetes de avión, ¿verdad?
Irina se quedó paralizada, con el corazón bombeando adrenalina un momento. Los billetes...
—Ian, ¡los billetes eran cosa tuya! ¡Te dije que los había dejado encima de...!
Antes de que ella pudiera seguir muriendo de preocupación, el chico rubio sonrió pícaramente y le señaló a los dos papeles que tenía en un bolsillo de la bolsa de deporte. Irina por fin pudo respirar.
—Eres un completo idiota, ¿te lo había dicho?
Él sonrió, como si acabara de halagarle.
—Soy un completo idiota enamorado de ti, o al menos en eso quedamos la última vez que lo hablamos.
Ian le guiñó un ojo a Irina, que finalmente suspiró y se detuvo en mitad del pasillo. Lentamente se acercó a él y lo besó en los labios. Después alzó la vista, mirando a Ian a los ojos.
—Va a ser alucinante... Me alegro muchísimo de que vayamos a estar juntos en algo como esto.
Ian le devolvió la cálida sonrisa y sacó su móvil del bolsillo, sin importarle que estuvieran llegando tan tarde. Encendiendo la cámara frontal del teléfono, besó en la mejilla a Irina, enfocándolos en la pantalla y tomando la fotografía.
El "clic" sonó y los dos miraron la foto resultante. Parecían exactamente tan felices como se sentían por dentro.
—Se le enviaré a Christian y a April.
—Genial. Espero que estén bien... —deseó Irina.
—Por supuesto que lo estarán. Para cuando volvamos, ni siquiera se le notará la barriga a April... no mucho, quiero decir.
Irina rió. Les habían dado el dinero que habían ganado del premio de la Royal Academy a sus mejores amigos, puesto que ellos los necesitaban de verdad en esos momentos y, en realidad, en un principio ese dinero les correspondía a ellos.
Los dos jóvenes habían alquilado un apartamento en el este de Londres y Christian había entrado a trabajar en la compañía de su familia.Volvieron a caminar a través de los pasillos, hasta que por fin divisaron la enorme cola que se había formado para embarcar en el avión. Pudieron respirar tranquilos.
—Al final hemos llegado a tiempo. —Irina resopló, colocándose al final de la fila y apoyándose sobre su maleta.
Ian la miró de manera enigmática un momento.
—Sí, todo ha salido perfecto... aunque al principio pareciera un desastre.
Algo le dijo a Irina que su novio no estaba hablando de lo que acababa de suceder, sino de algo mucho más grande, la historia que habían vivido desde la primera vez que se habían visto.
—Pero los desastres se arreglan —Irina se acercó a su chico, quedando a escasos centímetros de su rostro—. Especialmente cuando estás con las persona a la que quieres.
Ian la sorprendió, juntando sus frentes durante unos segundos para después besarla lentamente, disfrutando de sus labios todo lo posible y controlándose para no apretarla contra su cuerpo apasionadamente.
—El baile también ha ayudado a que todo saliera bien, ¿no? —comentó.
Irina levantó su mano, acariciando la mandíbula de Ian con cuidado. Después depositó un suave beso allí mismo.
—Sí, ¿qué habría sido de nosotros sin la música y el baile?
Ian sonrió de nuevo, enigmáticamente.
—Eso no podemos saberlo.
FIN
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¡No me creo que haya acabado! ¿Os ha gustado la historia de Ian e Irina? ¿Aún queda aquí alguien que la leyera desde el principio, en 2011?
Bueno, a todos, los lectores desde el principio e incluso los que han empezado a leerla hoy mismo, muuuchas gracias por leer esta historia. ¡Os he hecho esperar un montón!Mil beeeeesos, os veo en mis otras novelas <333
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Dance, sólo baila.
Teen FictionIrina es una joven de dieciocho años que ha escapado del infierno de su casa para tener una oportunidad en la academia de baile más exclusiva del país. Lleva años enamorada de Dallas, pero todo se verá alterado cuando conozca a Ian, su nuevo compañe...