Capítulo 60

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Max

-¿Entonces que dices? – hablo al aire, pero aun así el teléfono conectado al manos libres del carro lo escucha.

-Por mí no hay problema. – escucho a Cort del otro lado - ¿Luego de año nuevo te parece bien?

-Si, solo consíguele con jodido casco. No dejaré que se monte a tu motocicleta sin uno. – le informo.

Escucho la risa de mi amigo y sonrío.

-Trato, ahora ve a recuperar a la princesa.

-Después te cuento como va, hasta luego.

Finalizo la llamada y vuelvo a observar el panorama por la ventanilla antes de abandonar el auto, cierro la puerta y me apoyo en esta, enfrentándome con el edificio de Anna.

Estúpido el momento en el que deje que los celos me sobrepasaran de aquella manera.

Estúpido también el momento en el que le dije que creía que estaba enamorado de ella.

Y mil veces más estúpido el instante en que la deje irse aquella noche.

He pasado los últimos dos días buscando la manera, o mejor dicho la excusa, para hablarle. Lo cierto es que, a través de los años, no he tenido la necesidad de disculparme con nadie. Por lo general, las personas me buscaban a mí, y nos reconciliábamos sin la necesidad de hablarlo previamente.

Pero con Anna todo era diferente.
Y justamente por ello me encontraba hace al menos cuarenta y cinco minutos debajo de su edificio, esperando a que salga para que pareciera algo "casual". Así de patético me encontraba.

Cuando el frio comenzaba a entumecerme las manos, Anna fundada en un enorme abrigo de color blanco, y un gorro rosado abría la puerta principal acompañada de su fiel amiga perruna. Al verme se quedó pasmada en su lugar.

Bajé la mirada a Isis, la cual olisqueaba el césped, y me detuve a observar su particular vestimenta.

-¿Esas son...? – murmure.

-Si, regalo de Raisa. – sonríe a labios cerrados.

Isis literalmente vestía un suéter gris y amarillo con cuatro botas negras, las cuales protegían sus patas del césped nevado que comenzaba a derretirse poco a poco.

-¿Qué haces aquí, Maximous?

Nombre completo, auch.

-Yo... - paso la mano por el cuello alto de la gabardina de mi abrigo hasta llegar a mi cabello, el cual desordeno en un acto nervioso – necesito que hablemos. Necesito disculparme.

-¿Disculparte por qué? – lleva una mano a su barbilla, como si estuviera pensando - ¿por decir que conmigo todo es complicado o por llamarme aspirante a puta? – luego de unos segundos de incomodo silencio una pequeña risa brota de sus labios – lo siento, creí que una broma aliviaría la tensión del momento. En mi cabeza sonaba mejor.

Inconscientemente sonrío un poco.

-Joder, sí. Estaba cabreado y no recuerdo ni la mitad de las cosas que dije, ¡porque ni si quiera las pienso!

-Está bien, lo supuse. – se encoge de hombros.

-Pero no mentía cuando dije que contigo todo era complicado, porque en verdad lo es. – aclaro y observo como sus ojos se abren un poco más – pero eso no quiere decir que sea en un mal sentido. Es complicado porque eres diferente, porque todo lo creía saber y hacia no funciona contigo, porque sé que si vengo con un regalo dirás que no puedes aceptarlo, porque sé que, si me voy de lengua, lejos de ponerte a llorar me la devolverás y mucho peor, y sobre todo porque sé, que lejos de ser quien muestras ser, lejos de toda esa armadura que llevas puesta la mayoría del tiempo, te duele cuando me comporto como un cretino.

Efímeros // COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora