Capítulo 18

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Anna

-¡Despierta ya, nena!

La música era ensordecente, retumbaba en cada esquina de la disco, y volvía como un bumerang hasta mí.

Desde el domingo pasado, con la aparición de Max en la puerta de mi edificio, he estado en un constante estado de viaje, pero sin retorno. 

¿Algunas vez han estado en algún lugar físicamente, pero sin en verdad estarlo?

Era como un robot. Tomaba el dinero, lo contaba y dejaba en la caja, luego preparo los mismos tragos de siempre, y hasta que no tengo contacto con otra persona, hasta que no dejo el trago en sus manos, no me doy cuenta de que lo he terminado.

Ahora, ¿Por qué estoy así? 

Para empezar, no estoy enamorada de Max.

Tampoco voy a mentir, esta buenísimo y es todo un inteligente caballero. Pero eso no lo es todo en la vida. Me lleva muchísimo tiempo estar realmente enamorada de alguien, es más, creo nunca haberlo estado de verdad.

¿Estaba enojada? No, tampoco es eso. Si estuve enojada los primeros días, estuve furiosa. Pero luego ese sentimiento fue remplazado por otro.

Ahí fue cuando llego la tristeza. Tampoco es que anduve lloriqueando por allí, no fue para tanto. Pero yo sabia que estaba allí, adentro mío. Era un pequeño sentimiento oscuro, como si presionaran mi pecho.

En cierto punto lo comprendía, como el lo había dicho, cuestiones de seguridad. Pero ¿acaso no habíamos compartido secretos y conocido al otro mientras nos columpiábamos? Me hacia replantearme el porque yo confiaba ciegamente, mientras que el contrataba gente para seguirme e investigarme.

Se sentía como la mismísima mierda tener tantas preguntas sin respuestas.

Raisa sabia absolutamente todo, se lo había contado esa misma noche, luego de que Jay abandonara el apartamento.

Si bien tuvimos diferentes reacciones, al comienzo Raisa entristeció porque Max le había caído bien, con el pasar de los días ya lo había apodado Voldemort, el innombrable.

De todas formas, el bar estaba cerrando, la gente se iba, y yo estaba cada vez mas segura de haber superado este tema.

A excepción de que en toda la semana transcurrida jamás intento comunicarse conmigo. Sabia que era un hombre ocupado, pero joder no soy su amante. Soy su amiga o algo así. 

¿Cuántos segundos tardas en mandar un puñetero mensaje de texto?

-Adiós, Jay. – salude a mi compañero mientras terminaba de tomar mis cosas.

-Adiós nena, ve a dormir. – me sonrió mientras chequeaba algo en su teléfono.

Alguna chica debía estar esperándolo, de no ser así Jay se hubiera ofrecido a acercarme al edificio, e incluso el quedarse a dormir allí. Era sábado en la madrugada, específicamente eran las 06:23 A.M.

Raisa faltó al trabajo hoy, estuvo estudiando muchísimo para sus exámenes finales de la universidad y con la falta de sueño pesco un leve resfriado, aunque aseguro estar mucho mejor antes de que me fuera.

Colgué mi bolso en el hombro y comencé a caminar hacia la salida, para dirigirme a la parada de autobús. Cuando salí una amanecer esplendido me recibió, junto con una ráfaga de viento frio. Aunque esto no fue lo único que me recibió.

Enfrente al bar, con su lujoso auto negro estacionado estaba Max, levemente recostado en este. Aun vestía de manera formal, solo que su camisa celeste clara estaba afuera de los pantalones, sin corbata y arremangada hasta los codos.

Efímeros // COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora