Capítulo 43

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Anna

-Entonces, ¿dices que no debo decirle nada, aunque sé que está haciendo estupideces?

Dije mientras buscaba otra canción en la gran pantalla del comedor de Max.
Habían pasado ya algunas semanas desde el incidente de Halloween y su madre, se disculpó millones de veces, y millones de veces yo le dije que todo estaba bien. No es su culpa tener una madre tan víbora.

Ahora mismo él se encontraba a mi lado en el gran sofá de su sala, tenía su MacBook en el regazo mientras tecleaba algunas cosas, y al mismo tiempo hacía de consejero y psicólogo, escuchándome parlotear sobre rumores de mucamas.

-No, lo que dije es que quizás en esta ocasión es mejor guardárselo. – hizo una pausa. – si ofreces mucho tu palabra, el precio de tus pensamientos cae, nena.

Deje de mirar la pantalla plana para volver la vista hacia él.

-¿Acabas de aplicar la ley de oferta y demanda para aconsejarme?

Max levanto la cabeza y me sonrió, removiendo algo dentro de mí.

-Que puedo decirte, todo es economía.

Rompí a reír.

-Deja de estudiar, ya comienzas a delirar. – bromee.

-De hecho, ya terminé de estudiar. Solo me queda rendir el examen final de una metería, y soy libre de la carrera.

Me senté con las piernas cruzadas, mirándolo.

-Hey, eso es genial. – lo felicité - ¿Qué hay de la otra carrera?

-De esa me quedan dos exámenes más, que debo hacerlos antes de enero. Me quedan como...

-Algo menos de dos meses, aproximadamente. – completé.

-Tenemos tiempo para otras cosas, entonces. – sonrió mientras cerraba la computadora y la depositaba en la pequeña mesa auxiliar.

Me tomo de la cintura, alzándome hasta sentarme a ahorcajadas de él. Enredo las manos en mi cabello, atrayéndome hacia él.
El beso era suave, aunque sin tener mucha lentitud, de esos en los que quieres quedarte de por vida.

Sus manos recorrían de mi cabello a mi rostro, posándose a cada lado de este. Decidí mover las caderas, para sumarle a la situación. Pero al primer intento un agudo dolor se esparció por mi abdomen, haciendo que me separe del beso para hacer una mueca.

-¿Estas bien?

Asentí mientras dejaba escapar el aire que había contenido.

-Si, solo fue un tirón. – le sonreí para que no se preocupara en vano y volví a besarlo.

No sé qué fue esa cosa, pero había dolido como los mil demonios.

Sus labios eran perfectos, no eran tan finos, sabían moverse, y siempre sabían a menta y alguna fruta, volviéndose adictivos para mí.

Sus manos eran tema aparte, grandes y fuertes, se deslizaban desde mi rostro hasta mi cintura, acariciándome la espalda y el estómago en el proceso, tomándose libertades con mis pechos. Nuevamente descendieron, posándose mi trasero, apretándolo.

Entonces, nuevamente aquella ráfaga de dolor en el vientre.
Me separe y apoye la frente en su hombro, inhalando y exhalando aire como si aquello fuera la solución para los tirones.

-Eso ya no es estar bien. – murmuró - ¿Te ha pasado antes?

-No – deje escapar un pequeño quejido.

Efímeros // COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora